La semana pasada, cuando los presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Honduras se reunieron en Maracay, Venezuela, en una cumbre extraordinaria de ALBA -la alianza regional de izquierda encabezada por Hugo Chávez- fue difícil no ver al grupo como una sociedad de ayuda mutua para enquistarse en el poder. Todos fueron elegidos democráticamente por sus promesas de combatir la corrupción, pero apenas asumieron, concentraron sus energías en cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder.
Vale aclarar que tras publicarse este artículo en la edición impresa del Herald, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue expulsado del país por los militares. Frente a un golpe de Estado, la condena mundial debe ser sin vacilaciones.
Zelaya anunció el jueves último que ignorará un fallo de la Suprema Corte que le ordenaba rehabilitar en su cargo al jefe del Estado Mayor Conjunto, general Roméo Vázquez, destituido por haberse negado a apoyar un referéndum para cambiar la Constitución y permitir la reelección presidencial. La Corte Suprema, el Congreso y el Fiscal General señalaron que el referéndum de Zelaya es ilegal.
En Ecuador, el presidente Rafael Correa, quien cambió la Constitución para reelegirse, está aumentando sus ataques contra la prensa después de que el diario Expreso informó que empresas fantasma propiedad de su hermano, Fabricio Correa, han ganado licitaciones oficiales por más de u$s 80 millones. Después de esa noticia, el presidente prohibió a las instituciones gubernamentales hacer publicidad en los principales periódicos. La semana pasada, la Agencia de Telecomunicaciones ecuatoriana impuso una segunda multa a la emisora de TV independiente Teleamazonas, en medio de advertencias de cerrarla.
En Venezuela, Chávez, que ya cumplió diez años en el poder y fue quien inició la actual ola de cambios constitucionales destinados a permitir las reelecciones, dijo en su programa ¡Aló Presidente! del 25 de junio, que "es probable" que la emisora de televisión Globovisión sea clausurada.
Chávez acusó a Gobovisión por "incitar al pánico" cuando informó, antes que las emisoras oficiales, sobre el terremoto que sacudió a Caracas el 4 de mayo. En 2007 Chávez cerró la cadena de TV independiente RCTV, después de amenazarla repetidamente.
En su mismo discurso del 25 de mayo, Chávez atacó al alcalde opositor de Caracas, Antonio Ledezma, por su viaje a Nueva York para denunciar su caso. Ledezma fue elegido alcalde en noviembre de 2008, pero al poco tiempo el Congreso dominado por Chávez creó un nuevo cargo, el de "jefe de gobierno" de Caracas, y lo colocó por encima de Ledezma. Luego, Ledezma fue despojado de sus oficinas y de casi todo su presupuesto, que fueron trasladados a la nueva funcionaria municipal que nunca fue electa para nada. Todo esto es tan sólo una muestra. Por razones de espacio, no vamos a abundar en los casos de Bolivia y de Nicaragua.
Pareciera que todos siguen el mismo guión: Presentarse como un idealista antisistémico -ya sea encabezando un intento de golpe militar como Chávez, o al frente de violentas protestas, como Evo Morales- y aprovechar estos hechos de ser centro de atención nacional. Luego, tras ganar la elección, cambiar la Constitución introduciendo una cláusula que permita la reelección. Y apenas aprobada la reforma, adelantar las próximas elecciones presidenciales para, una vez reelecto, acusar a Estados Unidos, a la Iglesia y la oligarquía, de intentar un magnicidio. Con ese pretexto encarcelar a los líderes de oposición y cerrar medios independientes, preparando el terreno para el poder absoluto. Los presidentes del ALBA no son los únicos. Otros, como el colombiano Alvaro Uribe, coquetean con una nueva reelección, aunque todavía sin definirse.
Chávez y sus aliados serían mucho más convincentes de que luchan en favor de los pobres, si se dedicaran precisamente a eso, y lograran reducir las tasas de pobreza a la mitad, como lo hizo Chile, sin tener presidentes obsesionados por el poder.
"RESULTA muy difícil no ver el ALBA como una sociedad de ayuda mutua para presidentes que se cobijan en slogans ideológicos para esconder sus agendas narcisistas."
