Al agradecer a Dios, los 200 años de vida apostólica de la comunidad parroquial de Concepción, queremos dar Gloria a Nuestro Señor por su presencia providente y misericordiosa en medio de sus hijos, a través de su iglesia, y por la consoladora intercesión de la Inmaculada Virgen María.
Quienes frecuentamos esta comunidad, nos sabemos honrados porque – sin ningún mérito de nuestra parte -, el Señor, nos ha concedido participar y disfrutar del Jubileo parroquial que celebra el Bicentenario de la fundación, de la histórica parroquia mariana del querido Pueblo Viejo, en la ciudad de San Juan. No podemos olvidar que la Iglesia, aunque formada por hombres falibles, incluso en sus niveles más altos -, es una institución divina y un medio de Gracia, que sirve a los hombres de todas las épocas, por su búsqueda de Dios y de una vida de fe, proclamando al mundo entero, el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia, que es sacramento universal de salvación (cfr. Lumen Gentium, nº 1), está siempre cercana a todos, y de un modo especial, a través de la Parroquia. La estructura eclesial, que conocemos con el nombre de "parroquia”, posee una larga historia que se inicia a comienzos del siglo IV, y que posteriormente, el Código de Derecho Canónico (1983), define como "una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuyo cuidado pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (canon 515,1).
La comunidad de fieles de Concepción, que por pura Bondad Divina, celebra con gozo y sencillez sus doscientos años de vida de Fe, de Esperanza y de Caridad – de la mano de la Inmaculada Madre del Salvador -, agradece a Dios, la vida y el apostolado de millones de cristianos que nos han precedido en esta comunidad y que, bajo el amparo de La Purísima, nos han legado una historia parroquial repleta de bellas anécdotas, en las que la acción del Espíritu Santo y de la Madre de Dios plasmaron la imagen de Cristo en millones de almas que se acercaron a recibir los santos sacramentos, en nuestra parroquia.
Aunque se podría expresar una inmensa cantidad hechos y presencias que hacen a la rica historia de Fe, que envuelve la existencia entusiasta de nuestra comunidad, no podemos dejar de dirigir palabras de gratitud, ante todo, a la constante y maternal intercesión de la Inmaculada Madre de la Iglesia. Su corazón de Madre, es sólo amor y misericordia, su único deseo es el de vernos felices aquí en la tierra, y para siempre en el cielo. A Ella, dirigimos confiadamente la mirada, y volvemos a encomendar el pasado, el presente y el futuro de nuestra histórica parroquia, seguros de que Su Hijo amado, no le negará nada de lo que nosotros necesitamos para caminar en santidad y justicia hacia el encuentro definitivo con Cristo, en el Reino de Dios. Con gran afecto en el Señor:
Por Daniel Ríos
Cura párroco – Inmaculada Concepción