Cada vez hay mayores analogías en las crisis europea y estadounidense que tiende a transformarse en una caída mundial con similares características de la situación vivida en los países avanzados en 2008 y 2009, al colapsar Wall Street empujado por el caso Lehman Brother. No es de extrañar entonces que el fenómeno de los "indignados”, los manifestantes que en principio y espontáneamente ocuparon las calles españolas y luego tuvieron réplicas en diferentes ciudades europeas, se haya trasladado a los centros económico y político de EEUU, en protesta contra banqueros y financistas, a los que culpan del actuar colapso con alto costo social.
Las movilizaciones de los indignados norteamericanos, que comenzaron tenuemente el 17 de septiembre pasado en el corazón financiero neoyorquino por parte del grupo autodenominado "Occupy Wall Street”, han crecido en número y se han extendido a San Francisco, Los Angeles, Boston, Chicago y Washington, con modalidades al estilo piquetero argentino, es decir con cortes de calles y pancartas con acusaciones al poder económico, sindicado como causante de la desigualdad social. Además, acusan al gobierno federal por su impericia para contener la corrupción y en rechazo de los recortes presupuestarios. Los indignados estadounidenses dicen ser portavoces del pueblo ante el presidente Obama, atribuyéndose el 99% del país contra el 1% de la avaricia que sigue enriqueciéndose impunemente. Tal vez no sea un porcentaje objetivo, pero la realidad revela drásticos cambios en la cultura estadounidense en la última década, tras el atentado a las Torres Gemelas. Ahora la sociedad está en guardia frente a la inseguridad y la iniquidad que antes parecían no existir.
