El mismo sentimiento antinorteamericano se sintió ahora en Brasil y Colombia durante la visita del canciller estadounidense, John Kerry. Esta vez la repulsión se debió al espionaje de EEUU en comunicaciones telefónicas y electrónicas que, a nivel mundial, afecta tanto la privacidad de los ciudadanos, como la soberanía de los gobiernos.

Mientras los presidentes Juan Manuel Santos y Dilma Rousseff exigían explicaciones a Kerry, centenares de manifestantes gritaban "’¡espía go home!”, lo que denota la desconfianza que cosechó el gobierno de Barack Obama tras las filtraciones del ex contratista de la CIA, Edward Snowden, ahora exiliado en Rusia. Una credibilidad que venía en baja desde que el soldado Bradley Manning filtró millones de documentos a WikiLeaks, con infidencias sobre el tratamiento espinoso que EEUU dispensa a países amigos y enemigos por igual.

Esa desconfianza externa no es tan grave para Obama, como las suspicacias generadas a nivel interno, donde perdió popularidad y terreno político de cara a futuras elecciones legislativas. Frente a los electores, todos usuarios de Internet y telefonía, no le resulta fácil justificar la excesiva invasión de la privacidad, como único método para neutralizar ataques terroristas.

De ahí que para retomar la confianza del público, Obama anunció mayor control, transparencia y límites para los programas de vigilancia. Dijo que revisará la Ley Patriótica que ampara el espionaje, reformará las atribuciones de un tribunal que en forma secreta lo autoriza y dará a conocer el tipo de tecnología utilizada.

En Brasil y Colombia, Kerry se aseguró en explicar que EEUU no es el único país que espía en el mundo, una tarea bien aceitada por todos los gobiernos la que se ha hecho más fácil desde la irrupción de Internet y las redes sociales, donde los usuarios desnudan sin tapujo sus intimidades.

Es fácil advertir que todos los gobiernos espían. No solo por denuncias como la que hizo el diario brasileño O Globo. Afirmó que Brasil participó de una red de 16 bases de espionaje operadas por EEUU interviniendo millones de llamadas de teléfonos y correos electrónicos. Sino también, porque periódicamente, en la prensa y redes sociales de Argentina, Colombia, Perú y Venezuela, los servicios de inteligencia filtran videos y grabaciones clandestinas que dejan en aprietos a personajes públicos, ya sean periodistas, opositores o funcionarios indeseables.

La actitud de Obama de transparentar los sistemas de vigilancia, a través de un sitio que explique la tecnología empleada y la creación de un ente civil que monitoree posibles abusos, es solo un cambio cosmético, ya que en el fondo los programas de espionaje persistirán.

Obama debe entender que el problema del espionaje indiscriminado no radica en su transparencia, sino en su existencia misma. A nivel externo, merma la credibilidad en países amigos que ven en EEUU a una potencia intervencionista, mientras que en lo interno la invasión de la privacidad es un acto de intimidación que degrada la confianza en el sistema político.