Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?" Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso el hombre dejará a su padre ya a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio" (Mc 10,2-16).
El amor verdadero busca siempre unirse y superar el pánico del compromiso, ese mal tan habitual en la sociedad actual. Lo demuestra una película que ha concitado la atención del público en el festival de cine de San Sebastián en España. Se llama "Yo también", ópera prima de Alvaro Pastor y Antonio Naharro. Es la historia que tiene como eje a Daniel, un joven sevillano que padece del síndrome de Down que, por su buena predisposición y estimulación, ha logrado superar los estudios terciarios. En la película, Daniel conocerá en su trabajo en la administración pública a Laura, encarnada por Lola Dueñas, una mujer carente de afecto familiar con la que, además de encontrar cierta empatía emocional, vivirá una historia de amor, que los llevará a unirse en matrimonio. Pero otro film que se proyectó en el Festival, fue "Blessed", tercer largometraje de la cineasta australiana Ana Kokkinos. La película toma a siete adolescentes que escapan de sus hogares compuestos por familias disfuncionales al extremo con vínculos, en su mayoría, rotos o a punto de estallar. Allí, estos jóvenes son ignorados por completo. Cada uno enfrentará esa dura realidad de manera diferente, como pueden, y algunos de ellos no podrán superar la experiencia.
En el primer caso: un amor que revela la necesidad de unirse y de atarse por el vínculo matrimonial. En el segundo, hijos destrozados en sus vidas porque sus padres rompieron con aquel vínculo, desarmaron un hogar, destruyeron las vidas de esos hijos. A esto se refería Benedicto XVI, cuando al recibir a los obispos brasileños en visita "ad limina" les decía que "la Iglesia no se cansa de enseñar que la familia tiene su fundamento en el matrimonio y en el plan de Dios", pero "en el mundo secularizado impera la incertidumbre más profunda al respecto, especialmente desde que las sociedades occidentales legalizaron el divorcio. El único fundamento reconocido parece ser la subjetividad individual que se manifiesta en la voluntad de convivir". Y continuó afirmando que "sobre esta fragilidad se consuma el drama de tantos niños privados del apoyo de los padres, víctimas del malestar y el abandono y se expande el desorden moral. Con la denominada familia alargada y móvil, se multiplican los ‘padres’ y las ‘madres’, y hace que hoy la mayoría de los que se sienten huérfanos no sean hijos sin padres, sino hijos que tiene padres en demasía".
Es verdad que en la antigüedad, aunque en teoría la poligamia estaba permitida, casi nadie la practicaba o por lo menos estaba muy mal vista. Hay que tener en cuenta que aún en sociedades tan paganas y en este campo permisivas como la romana, la monogamia y la fidelidad eran alabadas por todos y era el ideal respetado y admirado universalmente, Mujer de un solo varón ("univira") es un elogio que se ve frecuentemente no solo en la literatura romana sino en las lápidas y escritos funerarios. Curiosamente este elogio no se hace nunca o poquísimo de los varones. Como si lo que era bueno en la mujer fuera indiferente en ellos. Algo similar sucedía en la legislación judía: el adulterio siempre era de la mujer con respecto al varón. Nunca se habla de un varón adúltero. Y esta es precisamente una de las grandes novedades de la respuesta de Jesús a los fariseos en el evangelio de hoy: tanto el varón como la mujer, que separándose vuelven a casarse cometen adulterio, ofenden y traicionan al otro, no solo la mujer al varón. Lo que sí subsistía todavía en Israel era el divorcio o libelo de repudio. Había rabinos, los de la escuela de Shammai, que restringían muchísimo las causales de divorcio: solo el caso del adulterio confeso y demostrado. Pero había otros, los de la escuela de Hillel, que de tal manera consideraban las causales de divorcio, que dejaban llevarlo adelante por cualquier motivo, incluso se ponía como ejemplo "si la mujer dejaba quemar la comida". Es en medio de esta polémica en la que de todos modos, la que siempre se perjudicaba era la mujer, porque el varón tenía derecho a abandonarla a ella, no ella a él. Al ser interrogado, Jesús desea restaurar y llevar a su plenitud todo lo bueno de lo humano, dejando bien claro la igualdad del hombre y de la mujer. La persona está hecha a imagen y semejanza de Dios para el gran amor del matrimonio indisoluble y monogámico. Cualquier remedo de menor categoría jamás será capaz de satisfacerlo aunque podamos comprenderlo y compadecerlo.
