Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor escuchaba su palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”. Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”.
La escena del evangelio de este domingo tiene lugar en una casa muy querida por Jesús, en Betania, donde unos hermanos: Lázaro, Marta y María, gozaban de su amistad. Para el Maestro, como para nosotros es muy importante el valor de la amistad sincera y real. El próximo martes es el día del Amigo y esto nos permite reflexionar sobre su importancia. Truman Capote (1924-1984), que con su libro "A sangre fría” halló el punto en el cual periodismo y literatura pueden encontrarse y generar una obra de arte, autor también de títulos memorables como "Desayuno en Tiffanys” y "Otras voces”, dijo alguna vez: "No se puede tener demasiados amigos porque entonces no sería realmente amigo de ninguno”. Una reflexión vigente hoy, cuando la palabra amigo es una y otra vez desvirtuada. "Mengano te invita a ser su amigo en la red social X”, nos dice un mensaje en nuestro correo electrónico. "Te agregué a mi lista de amigos en la red Z”, nos anuncia un desconocido en otro mensaje. No sabemos quiénes son Mengano y Fulana. Pero la palabra amigo ya se desvirtuó dos veces. Luego ellos dirán que tienen quinientos, mil o diez mil amigos en Facebook, My Space, Twitter o la red virtual que fuere. Una vez vi en televisión, en Alemania, como el campeón alemán de contactos en redes virtuales se ufanaba de contar con diez mil amigos. Y escuché cómo él mismo decía que el día de su cumpleaños no había tenido realmente a quién invitar.
La amistad es un vínculo que se teje en el tiempo y en el espacio real. Se hila con experiencias compartidas: tristes y alegres, fáciles y difíciles, con actos que generan confianza, con presencia, con paciencia, con escucha. Una persona muy popular puede tener muchos conocidos, alguien sociable puede estar colmado de contactos. Pero un amigo es otra cosa, una obra de artesanía. No se fabrican en serie. Quien mantiene un vínculo por interés, por cálculo, por conveniencia o porque se lo acerca a alguna forma de poder, no crea ni sostiene una amistad, sino simplemente una transacción. La amistad, acaso como ningún otro, es un vínculo de paridad, que trasciende en su misma existencia, sin necesidad de plantearse propósitos ni metas. Quizá se trate de la forma más desinteresada del amor. Por este mismo motivo, como en ningún otro vínculo, la reciprocidad es esencial. El enamoramiento, suele ser ciego y dejarnos atados, con la soga de nuestra ilusión vana, a quien no nos corresponde. En la amistad, la ausencia de reciprocidad anuncia el fin de la relación. Decía Aristóteles que, sólo cuando se basa en la virtud, y no en la utilidad, la amistad merece ese nombre. "El amigo es quien me abre la puerta que deseo abrir, es a veces el sabio que me dice la verdad que me serena y me da paz”, dice el pensador italiano Francesco Alberoni. "La sociedad moderna, escribe Alberoni, transforma las virtudes en prestaciones y los ideales en servicios”. Por eso, en estos tiempos, tantas veces se padece de soledades colectivas y el alma de muchas personas atiborrada de "contactos”, "relaciones” y "conocidos” es un alma solitaria. No se honra la amistad desde el egoísmo; se la seca cuando se carece de empatía; no se puede acceder a ella desde la manipulación. Confianza, compromiso, honestidad y justicia son requisitos ineludibles en su vivencia. Mientras los seres humanos tengan necesidad de amor, de valorar, de ser valorados, habrá espacio y tiempo para la amistad, para respetarla y dignificarla. Y cada amigo será una joya única. Qué feliz se debe haber sentido siempre Jesús en la casa de Marta y María, que la frecuentaba con tanta apertura y se sentía como en familia.
Lo que Jesús reprocha a Marta no es su actividad, sino que realice su trabajo sin paz, con agobio y murmuración, hasta el nerviosismo que llega a hacer olvidar la única cosa necesaria, en el afán de tantas otras cosas que no lo son. Por tanto, Jesús no está propugnando y menos aún alabando la holgazanería, sino la primacía absoluta de su palabra y el espacio en la cotidianeidad de la dimensión contemplativa. La invitación de este domingo es a ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación. Es decir: más que protestar como Marta, aprender a contemplar para admirar como María.
