Ha dejado de existir en nuestro medio la doctora Miryan Benigna Andújar de Zamora, a quien hemos reconocido durante todo este tiempo como esposa, madre, abuela, abogada, profesora, dirigente, líder religiosa y social y destacada colaboradora de este diario.

Hasta hace poco fue la Directora de la Escuela de Cultura Religiosa y Pastoral de la Universidad Católica de Cuyo, miembro del Instituto de Bioética y también de la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz.

Siempre se distinguió por ser una gran oradora y defensora del Evangelio de la Vida, defendiendo los principios éticos que la promueven y denunciando los ataques contra la infinita dignidad de la persona y de su fundamental derecho a la vida desde la concepción hasta su natural extinguirse.

Estuvo en su juventud profundamente comprometida con el movimiento católico de Círculos de Juventud y también fue fundadora y promotora de los retiros Senda, que tanto bien hicieron a nuestros adolescentes y jóvenes.

Ha sido consejera de pastores, políticos, abogados y jueces. Siempre supo conjugar su conocimiento profesional con la sabiduría de la vida iluminada por la fe. Su coherencia de vida le permitió hablar con libertad, sirviendo a la verdad en la caridad.

Hay una característica que la distinguió su compromiso incondicional con la Universidad Católica de Cuyo. Monseñor Francisco Manfredi supo ver en ella la madera de la que quería estuviesen hechos sus colaboradores y sucesores: amor a la sabiduría, compromiso creyente, generosidad para dar tiempo y talentos, seriedad profesional. La asoció a sus cátedras de formación y la dejó como su sucesora en muchas de ellas.

Más tarde la doctora María Isabel Larrauri le confió el decanato de la Facultad de Derecho y el doctor Claudio Larrea la Dirección de la Escuela de Cultura Religiosa y Pastoral, tarea a la que estuvo abocada hasta hace poco con la dedicación y empeño que le otorgaba a todas las actividades que asumía.

A las luchas por las causas justas se le sumó, en estos últimos tiempos, la batalla contra la enfermedad.

Ahora que ha partido a la casa del Señor la encomendamos a la materna intercesión de nuestra Madre Celestial a quien invocamos como vida, dulzura y esperanza nuestra.

Por Redacción de
DIARIO DE CUYO