Señor director:

A modo de confesión voy a decir que intento profundizar mi goce en las coordenadas del género al que creo pertenecer, por eso cada vez que interpreto un ataque a la masculinidad éste se me presenta como un ataque a mi modo de gozar. Por supuesto que estoy hablando de ciertos ataques; sé que para gozar como hombre no hace falta ser un golpeador o un asesino. Lo femenino no es histérico, la histeria es un estado de sufrimiento en niveles variados; hemos pretendido que lo femenino tenga la palabra y en realidad ha copado la parada la histeria; la histeria ha tomado la palabra disfrazándose de feminismo, de machismo, etc. Y es que de hecho nadie le negaría la palabra a la histeria, lo que confunde y encapsula los debates es ese disfraz. La llamada violencia de género implica al universo femenino y masculino por igual, entiéndase los géneros en su conjunto, que por múltiples que sean adoptan esos semblantes. Para decirlo de un modo concreto: si lo femenino pudiese no desear lo masculino que la humilla o maltrata, si lo masculino pudiese no desear lo femenino que lo humilla y maltrata, no habría violencia de género.

Si el modo de vincularnos unos y otros ha de cambiar no será sin un cambio en las estructuras político-económicas desde la parte más abstracta a la más concreta; quizá yo deba dejar de utilizar una computadora para poder tratar más humanamente a los otros. Lo que estamos pidiendo va más allá del género, lo que estamos pidiendo puede que signifique renunciar a la “comodidad” que supone el hecho de que todo sea intercambiable; es decir, salir de casa, caminar tres pasos y obtener un sachet de leche. Ese costo lo vamos a tener que pagar, y hasta no darnos cuenta cuán implicados estamos cada uno de nosotros en la deshumanización de nuestros vínculos la queja porque el otro me daña seguirá siendo impróspera. Se le ha llamado patriarcado al régimen capitalista neoliberal que deshumaniza los vínculos entre los sujetos. Ese significante me resulta más justo que feminismo para nombrar la lucha contra el poder opresor.