Como hago cada vez que tengo un rato libre, enfilé esa tarde hacia la Esquina Colorada. Fui en bicicleta. Mi primera sorpresa fue ver que ya estaba inaugurada la obra de ensanche de la Ignacio de la Roza. "Pero si ayer estuve con el de la farmacia, pensé, y me dijo que veía verde que inaugurarán para fin de año, como salió en los diarios". Sin hacerme más preguntas remonté la gran avenida hacia la San Miguel y lo veo al "Pirincho" conversando con don Adán. El viejo (¿no había muerto ya?) le pedía que si traían el buzón otra vez, que lo colocaran donde mismo. Es decir en la esquina, sobre la vereda de don Felipe. El "Pirincho", que está empeñado en que aquel buzón vuelva a lucir en la esquina, le explicaba que no podía ser, que si no se había dado cuenta que el frente de don Felipe ya no está más. Que han mochado el frente de todas las casas para poder hacer el ensanche. Don Adán, porfiadamente, le seguía insistiendo porque el buzón había sido de todos, pero era de su propiedad. Como que se pasó días enteros con un brazo apoyado en él. "¿O no te acordás?", le decía.

Medio confuso con la escena, que parecía sacada de la novela de realismo mágico "Pedro Páramo", del mexicano Juan Rulfo. Allí, donde los personajes hablaban con seres que ya habían desaparecido, seguí hasta la esquina. Había como un revuelo de viejos vecinos. Todos reclamaban en el mismo tono que don Adán. Allí conversaban don Napoleón Quiroga, don Rubén Dávila, el "Negro" Aranda, don Felipe, el "Aroca", don Benjamín, la "Chiquita" Pereyra, don Cecilio, el doctor Laciar, en fin, parte de los que hicieron grande esa esquina, que hoy perdió su antiguo perfil.

Hablaban de promover una asamblea barrial para protestar ante las autoridades. No se quejarían del ensanche, pero sí que no se hubiesen conservado aquellas antiguas formas. Alguien propuso reunirse en el club Del Bono. "¿Estará todavía?", preguntó uno. "Sí, les digo metiéndome en el asunto. Donde siempre". Y allí fueron. Se sumó mi padre, que charlaba con el padre del "Pirincho" y don Ianelli. Como al pasar se agregaron don Escobar, don Robledo y el "turquito" Basil, por el tema de los bares que ya no estaban y que ellos habían levantado con mucho esfuerzo para que la muchachada se entretuviese. Por la San Miguel lo veo venir, como dispuesto para la chaya, a don Américo Ruarte, con un balde en cada mano. Buscaba el agua del canal, que ahora está entubado. Otro para la queja, y así sucesivamente. Yo iba detrás de esos "próceres", fundadores del barrio en los años cuarenta, cuando el loteo de los Del Bono. Me vi de niño, en mi bicicleta, y con los demás pibes siguiendo la procesión.

Esperábamos ansiosos el comienzo de la reunión, cuando el reloj de mi celular sonó puntual a las siete y chau sueño. Pero algo habían querido decir aquellos viejos, que no se van de nuestras memorias y que formaron parte de ese antiguo paisaje, que atesoramos en el corazón.

 

Por Orlando Navarro   Periodista
Ilustración: Rodolfo Crubellier