Señor director:

Observo con preocupación, como cada vez que se celebran las festividades de fin de año, como la gente comienza a actuar de una forma diferente a como lo hace habitualmente durante el resto del año. Se quiere llegar más rápido a todos lados o hacerlo primero antes que el otro. Eso motiva un estado de tensión que se traduce también en un mal estado de ánimo. Ha llegado el momento en que es necesario que se tome conciencia de que esa actitud ante la vida no conduce a nada y que es preferible llamarnos a la calma para estar más tranquilos y disfrutar de estos momentos. No puede ser que todos estén nerviosos porque no pueden aprovechar el tiempo de que se dispone y porque no pueden hacer todo lo que quisieran concretar en estos días. Hay que tener en cuenta que las fiestas no son para recuperar todo lo que se ha perdido en el año. Por el contrario, son para disfrutarlas en un ambiente de paz, reconciliándonos con nuestro prójimo y como corolario de un año que, sin duda, para nadie ha sido fácil. Lo único que hace falta es un poco más de calma, que nos permita afrontar la vida plenamente y sin esas tensiones que a la larga resultan perjudiciales.