Señor director:

Tuve la suerte de ver una magnífica producción de la Fundación Bataller sobre el terremoto de San Juan de 1944, en la que en vivo hablaban algunos protagonistas que aún viven. En este caso mi aporte es a través de un relato extraído del libro “Mi infancia en la calle coronel Díaz” en el que recuerdo que el fatídico 15 de enero de 1944, San Juan fue sacudido por un terremoto grado 7 u 8 que dejó unas 10 mil personas muertas. En ese momento yo contaba sólo con 2 años y 4 meses de edad, por lo que todo lo que sé es porque mi madre me lo contó. Textualmente ella me dijo que “ese sábado a la tarde estábamos en familia, en la casa de calle Coronel Díaz Nº 20 del departamento Concepción (hoy Capital). La casa era totalmente de adobe y en el patio, sentados tomado mate se encontraban la madre de mi suegra, doña Amalia Olarte de Sánchez, mi suegra Raneé Antonia Sánchez y en una sillita mi hija más pequeña María Estela. Más al fondo se encontraba Hernando (Silverio Hernando Sánchez, tu padre) afeitándose. Yo había ido a la carnicería de la vuelta de casa, en calle Chile (hoy Pedro Cortínez) a mitad de cuadra, entre Urquiza (hoy Salta) y Alem. Tu papá me dijo poco tiempo después, que él fue el primero en escuchar un ruido extraño que provenía desde abajo de la tierra segundos antes de que fuera el temblor y rápido como un rayo salió corriendo hacia la calle, pasando entre medio de las mujeres que tomaban mate y gritando: “Corran que tiembla”. Yo llegué contigo alzado en mis brazos hasta la puerta de la carnicería y como estaba atestada de gente, sólo logré consultarle al carnicero si tenía “ojal de costillas” que era la que más le gustaba a Hernando. Como me contestó que se le había agotado me retiré inmediatamente para ir a la otra carnicería cercana. En ese preciso instante que me retiro se produce el terremoto y el negocio de carnicería, que era construcción de adobes con techo de cañas, palos y barro, se vino abajo atrapando en su interior a todos los que allí estaban. Fue algo espantoso, el ambiente se volvió oscuro por la cantidad de polvo en suspensión y yo quedé paralizada en el centro de la calle. En ese instante una señora se me acercó aterrorizada y a los gritos, por lo que traté de calmarla y le dije que por favor no grite tanto que me va a asustar al nene. A todo esto tu padre salió desesperado en mi búsqueda y al llegar a la carnicería se encontró con un cuadro atroz; pensando lo peor le preguntó a la primera mujer que encontró cerca del negocio que si por casualidad no había visto a una señora con un niño en brazos y recibió la mejor noticia de su vida: la señora por la que preguntaba no había entrado a la carnicería y por el contrario se había ido a otro negocio. Tu padre, a pesar del caos y la gran confusión, rápidamente me encontró y nos fusionamos en un abrazo, abrazo que duró por más de 50 años”.

Como verán me salvé de casualidad y les cuento que ningún familiar o pariente falleció a causa del terremoto del 44.