Un culto a la amistad.

En un acto de hidalguía que no es común de ver, durante el brindis, cuando el "Golo" Tapia cumplió 80 años (hace 3), se paró Manuel Balderramo y dirigiéndose a los presentes reconoció que "este Negro (por el Golo) fue quien me enseñó el oficio de rectificador. A él le debo gran parte de lo que sé, y nunca quiso ser mi socio". Fue un momento muy emocionante, porque ese expreso reconocimiento lo puso muy alto a mi amigo. Pero también a Balderramo, porque la nobleza es una virtud que cuando uno la ve, patente, conmueve y reconcilia nuestra condición humanos. Hace unos días, Manuel Balderramo abandonó esta vida, y el "Golo" me trajo este escrito, que transcribo textualmente, en homenaje a la amistad de estos dos hombres, que no puede ser alterada, como un límpido cristal. "Si bien es cierto que los reconocimientos u homenajes deben hacerse en vida, quiero recordar a un empresario y amigo, personaje de reconocida trayectoria como bombista. Un enamorado de su profesión. Me estoy refiriendo al señor Manuel Balderramo. Transcurría el año 1978, cuando tuve los primeros contactos con este inquieto y por entonces reconocido bombista. Yo había llegado de Buenos Aires recientemente, con mi humilde conocimiento acerca de los motores y le ofrecí rectificar las levas de las bombas inyectoras, cosa que con el mayor gusto aceptó. Fue así como iniciamos una gran amistad. Transcurrían los días y con ellos nuestro conocimiento mutuo. Su inquietud, sus deseos, sus pensamientos y una idea fija: ser un referente de la perfección. Con el paso del tiempo se convirtió no en uno de los mejores, sino en el mejor. Sus ideales eran muy ambiciosos, y como sucede con los grandes pensadores, le quitaban el sueño y sus anhelos se transformaron en realidad. Florecieron con mi apoyo incondicional y mi amistad fue consecuente, nunca obsecuente. Fui desde siempre su amigo, su gran amigo, Manuel. Un perfeccionista, de todas las maneras y formas, y aunque él socarronamente decía haberse recibido en Harvard, se llegó hasta los estrados universitarios buscando eso: la perfección. El país le quedó chico y se fue a Europa. Recorrió casi todo el mundo acompañado de sus hermanos, buscando ser el número uno. Transitó también América, Estados Unidos y el Caribe. Fue reconocido en todo el país por su capacidad emprendedora. Un ‘nativo’ universal. En un país centroamericano fue invitado a dar charlas.

Manuel. Puedes descansar en paz, porque fuiste lo que vos querías. Formaste una gran empresa que lleva tu apellido. Brindaste todos tus conocimientos y diste trabajo a mucha gente. Tu empresa es un orgullo en San Juan y creo que también en el país. Te despide Juan Ubaldo Tapia, tu amigo que nunca te olvidará. El consecuente. El ‘Negro’ leal, que recordará siempre tu frase: el alumno, superó al maestro".

Por Orlando Navarro   Periodista
(Texto de Juan Tapia.)