En la Nochebuena nos reuniremos para compartir en familia el recuerdo de aquella venida de Jesús al mundo. En esta noche el centro no es la comida y la bebida. El centro es Dios, que se hace Niño en la pobreza de la carne humana. Jesús, José y María son el cuadro para contemplar. Nuestros ojos se dirigen a ellos, para que avivando la fe en nuestro corazón, descubramos una y otra vez que Dios está junto a nosotros. Vivir la Navidad es descubrir que nuestra vida humana tiene brillo y sentido, porque Dios vino a estar en medio de los hombres. Es una noche espiritual de encuentro con Dios, con los hermanos y nosotros mismos. Es muy aconsejable orar en familia y repasar en el corazón las vivencias. San Atanasio nos dice: "la divinidad se hizo humanidad para que la humanidad se haga divina". La liturgia de la Iglesia afirma: "Dios siendo grande se hizo pequeño, siendo fuerte se hizo débil, siendo rico se hizo pobre". En el prólogo del evangelio según San Juan nos dice en 1,14: "El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Jesús es el "Verbo del Padre", es decir, la Palabra del Padre pronunciada al mundo.

La Iglesia celebra el 24 en la noche la llamada "misa de la noche". El texto del evangelio que leeremos en la liturgia es el bello pasaje de Lucas 1,1-20 que corresponde al llamado "evangelio de la infancia" donde se nos describe la escena del nacimiento.

Y los ángeles diciendo: "Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres amados por él". 

Ese Dios que llega al hombre a traer la verdadera paz. Este don que es fruto de un Dios que desea al hombre la reconciliación para vivir como hermanos. Que al acercarse la noche buena nos dejemos asombrar por ese Dios que viene a hospedarse en el mejor hogar: nuestro corazón. Estemos alegres porque Dios vive y está presente con nosotros.

 

Por P. Fabricio Pons
Párroco Santa Bárbara de Pocito