Señor director:
Al rezar el Padrenuestro, decimos: perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden… pero luego resulta que no perdonamos a nadie, y cuando alguien nos contesta mal, o tiene con nosotros una actitud, comportamiento o gesto que nos molesta o que consideramos agresivo, inmediatamente respondemos con mayor agresión.
Nos olvidamos de nuestros buenos propósitos y que la convivencia humana requiere de tolerancia reciproca. Debemos cultivar el diálogo, el entendimiento y la convivencia con nuestros semejantes, justamente en eso consiste el amor al prójimo.
A veces ante una agresión es mejor guardar silencio, y el que se calla no es el más cobarde, sino el más educado y de mayor altura moral.
O bien podría responderle diciendo éste hermoso poema que dice: … "Cultivo una rosa blanca en junio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca, y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardos ni espinas cultivo, cultivo una rosa blanca…”
Con ello lo llamaremos a la reflexión y seguramente luego nos pida disculpas, o simplemente mejore su trato con nosotros.
No hay que devolver ojo por ojo diente por diente, sino como enseñó Jesús, poner la otra mejilla.
"Si solo haces el bien a quienes te favorecen, que mérito tiene?, eso también lo hacen los Fariseos y Publícanos, decía Jesús.
Todo el que discute o pelea con alguien cree tener la razón y generalmente no la tienen ninguno de los dos, simplemente cada uno tiene su forma de pensar y su punto de vista distinto.
Vivamos en paz con nosotros mismos y con los demás porque justamente la paz nos transmite gozo y serenidad interior que nos ayuda a mejorar como personas y acercarnos a nuestra meta final, que es la salvación de nuestra alma, para lo cual debemos transitar un largo camino, en donde surgirán obstáculos, problemas y dolores, alegrías y tristezas. Todo ello nos templa y ayuda a madurar nuestro espíritu.