
Qué inútiles mis dedos, que se niegan a escribir. Qué inútil esta máquina, estos muebles, las cosas. Nada parece tener sentido. El dolor lo envuelve todo y siento que estos correos de los domingos pierden su entidad, frente a la desventura que nos ha golpeado. Por eso pedí suspender el envío de hoy y poner en su lugar esta flor y mi sentimiento. Nuestro amigo Jacinto Laciar acaba de perder su hija, y nos damos cuenta que no estamos preparados para atravesar este desierto. Nos sobrecoge la pena, tratamos de meternos en su alma y su piel, sabiendo que todo será poco, y no podemos más con estas ganas de llorar, de estar a su lado. De protegerlo, de sacarlo de ese lugar al que se aferra con fuerza, de donde ahora duerme Paola. No quiere salir de allí y no podemos hacer otra cosa que acompañar con nuestro silencio ese salto al vacío que dio, de golpe, su vida. Jacinto, nuestro amigo de la infancia, en el trance más severo, en la encrucijada más atroz, que puede deparar este oficio de vivir, que a veces parece que se burlara de nuestra indefensión y pequeñez. Uno cree que hace todo para que nuestros hijos crezcan, se desarrollen y logren ser felices. Hasta que un día, casi sin darnos cuenta, vamos retirando los arneses de protección, y dejamos que se vayan solos, a remontar los años de su juventud y de lo que vendrá. No lo queremos decir, o demostrar, pero muchas veces debemos golpearnos la frente, para despejar el pensamiento de que pueda pasarles algo. Rogando para que no tuvieran ese golpe tan temido.
Jacinto, te pasó, hermano. Te pasó y el estupor nos llenó los ojos de lágrimas, al compartir tu confusión, la perplejidad ante lo que no se comprende. ¿Cómo te sacamos de esta? fue la pregunta que nos hacíamos tus amigos. ¿Cómo te ayudamos ahora, a pasar tus tardes en tu hermosa finquita al pie de las Sierras Azules? Allí, donde vos, Leo, Paola, tu mamá, la querida Carmelita, Silvia, pasaron y nos hicieron pasar tantos momentos de felicidad, a puro vino de tu mano artesanal, puntas de espalda y guitarra. ¿Cómo hacemos para que no dejes de ser el amigo vital, dicharachero y generoso, que se nos metió en el alma, para ser un hermano más? ¿Sabes?, intuyo que Paola va a querer verte así. Como siempre has sido. No le va a gustar que te caigas, o te abandones. Te va a querer erguido, tenaz, aplicado en cuidar tu hermoso enjambre de flores, frutales, el viñedo. Haciendo el vino, los dulces, las aceitunas, los dátiles, que llenan de felicidad a los tuyos y tus amigos. Ella va a querer que te levantes como siempre, bien temprano, a hundir tu camioneta entre las calles de Zonda, ganar las estribaciones de las sierras, y te apliques a tus cosas. Con tu acostumbrada dedicación. Va a querer que sigas siendo simplemente el Jacinto y que rías, jodas, ensayes tu grito cuyano en cada tonada, que así, solamente así, ella también sonreirá y gozará de la paz de ese lugar celeste que ahora la cobija. Otro abrazo, mi hermano. Estaremos siempre contigo y tené la certeza de que Paola estará bien, muy bien, viendo que su papá, de guapo nomás, vuelve a calzarse los guantes de disfrutar la vida. Como ha sido siempre.
Por Orlando Navarro
Y tus amigos
Foto: "Pirincho" Gómez en las Sierras Azules.
