Señor director:
Así como omitir un procedimiento dentro de la sistemática de estudio tiende a privar al médico de la perspectiva tan necesaria, tampoco se es más sabio por mirar a menor distancia y mayor aumento los tejidos de las personas, en el caso de referencia mediante una endoscopía.
No son infrecuentes los delirios y excesos ficticios depositados en la profusa y actual aparatología llegándose a un estado de confusión que ha llevado a aseverar en los ámbitos académicos: "…éramos tan felices antes de las imágenes”, siendo esto motivo de preocupación y un desafío aún no resuelto para la educación médica continua.
Esto va para el universo de los pacientes y, si bien la enfermedad de los afamados o conocidos con alta exposición pública puede significar mayores apremios, nada debe conducir a tratarlos de manera diferente.
Un viejo aforismo en medicina, "primun non nocere”, expresa en la jerga diaria una actitud prudente de primero no dañar. Por ende, se supone que ante cualquier duda que surgiera en el plano del diagnóstico o del tratamiento el médico debería abstenerse de actuar y medicar. Y, por supuesto, comunicar debidamente al paciente o a sus familiares la conducta adoptada y complicaciones inherentes a ella, aún ante un desenlace poco afortunado.
El caso de Débora Pérez Volpin ha mostrado al mundo facetas interesantes en las que es imperativo progresar. Quedará para la sociología y la cultura popular el análisis de si la profusa difusión multimedia del óbito de una enferma y sus circunstancias podrá favorecer la práctica de una medicina mejor, más preventiva y más cerca de la gente, o si sólo fueron artificios de la técnica aplicados en un ambiente virtual de conocidos y famosos.
