Señor director:
Llama fuertemente la atención cómo una gran mayoría de profesionales de Economía, al analizar los últimos sucesos de la economía del país, olvidan tan graciosamente que hace días se hacían eco del lamento de los exportadores argentinos, quienes se quejaban que con un dólar “planchado” (sólo aumentó el último año un 9%, mientras que la inflación fue del 22 por ciento) se facilitaba el turismo al exterior, en desmedro del turismo interno, y se promovían las cola de argentinos para comprar electrodomésticos en Chile, Uruguay, Brasil o Paraguay, en desmedro de nuestra fábricas.
Ahora, Estado Unidos “nos regala” la posibilidad de ingresar con las importaciones, provenientes de Argentina, sin aranceles, lo que abre las puertas a los exportadores argentinos a un mercado de casi 400.000.000 de habitantes, pero siempre con el lastre de un dólar “barato” que atenta contra las exportaciones.
En el nuevo camino económico asumido se acomoda el precio del dólar a la realidad económica, eso frenará las importaciones desde los países limítrofes, incentivará la producción de nuestra industria nacional y desalentarán “las colas” en la Aduana argentina. Con un nuevo dólar más acomodado a la realidad se desalienta el turismo al exterior.
El campo asume que incrementando sus plantaciones y la mano de obra para su trabajo; las industrias incrementando su producción; las empresas, ampliando sus fábricas se incrementará la necesidad de nueva mano de obra y todo ello con la posibilidad única, histórica, de un nuevo mercado como el estadounidense.
Nuestros vinos, mostos, y todo aquello que pueda producirse en un marco de coherencia, incrementarán la mejora de nuestra balanza comercial y habrá nuevas y mejores posibilidades laborales, en un país clamando por la desocupación.
Convertir una nación en exportadora, cambia rotundamente el perfil de nuestra Argentina.
