Cantinflas está en el juicio. Lo acusan de haber asesinado a un hombre. Él reconoce que mató a un perro. El fiscal le pregunta cuál es su gracia (nombre). Cantinflas responde "La facilidad de palabra”. La hilaridad es enorme. Van y vienen gags y contrasentidos. El hombre común representado en Cantinflas y los encumbrados representados en la Justicia, que con leyes quieren condenar al humilde, que en su humildad sólo atina a decir la inocente verdad que conoce. Por otro lado está Quico, niño travieso. Trae en una bolsa de papel una ratita al vecindario. El cartel de "prohibido los animales”, se ve grande en la vecindad. Mientras, doña Clotilde, en otra bolsa igual, le trae azúcar a doña Florinda y el "Chavo del ocho” come palomitas de maíz que hay en otra bolsa de papel que está en el piso. Lo hace por hambre. Empiezan las equivocaciones y enredos. De nuevo, la hilaridad es tremenda, y oculta su sentido profundo. Las bolsas de papel van y vienen y la ratita termina en los pelos de doña Florinda en el hombro de doña Clotilde y hasta en el calzón de Ñoño.

Quico sólo atina a decir: "Yo no fui, mírenlo a él” (frase célebre que debería estar ya en la academia nacional de letras argentina). Y, al final de todo, los platos rotos los paga, como siempre, el Chavo del ocho.
Vienen las elecciones, los encumbrados de nuevo hacen fila para ocupar posiciones, vestidos en sus trajes recién planchados. La gente rogando llegar a fin de mes y con alegría e ilusión se conforman con lo poco que le queda. Mientras tanto, los que gobiernan se cruzan llenos de bolsas de papel moneda, que como la ratita pasa de mano en mano, tirándose acusaciones cruzadas, diciendo como Quico, niño travieso apoyado en la pared de la vecindad haciendo mímica de llanto, "grrrrr”. Yo no fui, mírenlo a él. El pueblo humilde, representado genialmente por el Chavo, sólo atina a terminar llorando en el barril que le queda como hogar. Como dice Cantinflas "ahí está el detalle”.
Por Fernando Sisterna DNI 16.847.326 – Arquitecto
