Señor director:
¿Cómo se habla con Dios? ¿Cómo sabes que te escucha, que te responde? Sinceramente no soy un experto en estas cuestiones. La biblia dice que Dios habló con Moisés, cara a cara, como se habla con un amigo. Jesús habló con mucha gente: su madre, los apóstoles, con multitudes, con judíos, no judíos, con militares, con ladrones, con bebedores, con niños, con mujeres, con Pilatos, con endemoniados. El mismo nos dio ejemplo, pasaba mucho tiempo en oración, noches enteras.
Un cristiano debe orar por imitar a Jesús. Nos dijo que donde hubiera dos o más en su nombre, ahí estaría, nos dejó su cuerpo como alimento y en el sagrario para hacerle compañía.
La oración puede ser mental, sin palabras, ni discursos, de mente a mente, de corazón a corazón o vocal, oraciones como el "Padre Nuestro”. En ambas hay que procurar poner la cabeza en lo que decimos.
Es apasionante, Jesús hombre como tú conoce tu corazón, tus cabellos, tus dificultades, tus problemas y circunstancias mejor que vos mismo. Pero te ofrece siempre la posibilidad de que le cuentes, como a un amigo que no falla, lo que preocupa, el sentido de las cosas, tus debilidades, lo que no entiendes, lo que te gusta, lo que no, la muerte, la vida, lo que no puedes y notarás su consuelo, su ánimo, su alegría, su respuesta, porque es Dios. Podemos hablar con Dios, de tú a tú.
Pedirle, adorarle, quejarte, contarle un chiste. María guardaba en su corazón los sucesos de su vida con Jesús, que a veces no entendía, guarda en tu corazón y saca un poco de tiempo para hablar con Él.
Escrivá decía en "Camino”, que no sabes orar, díselo así y ya estás hablando con Él. Orad los unos por los otros nos aconseja San Pablo. La oración es un combate. Dedica a la oración un tiempo fijo; todos los días pasamos ante el espejo unos veinte minutos, tiempo para Dios.
