En relación al juicio de los rugbiers por el crimen de Fernando Báez Sosa, Julio César Labaké elaboró la siguiente reflexión:
Es terrible sobrellevar el dolor de un hijo adolescente asesinado por una patota de adolescentes. Y es terrible sobrellevar el dolor de un hijo adolescente que formaba parte de una patota que mató a golpes a un adolescente.
Y todo por un vaso de bebida volcado en un boliche.
Todo es terrible: Cuando ya no hay razones objetivas, cuando ya nada dice nada, todo es impulso subjetivo.
Cuando la autopercepción no está sujeta a la realidad, se abren las puertas de un mundo terrible.
El otro ya no me dice soy tu hermano. Un vaso de bebida derramado, ya no me dice soy apenas un vaso de bebida derramado. Ni los otros que son los testigos dicen que lo están contemplando y son testigos del asesinato y lo declararán.
Sólo existe y sólo percibo mi enojo y ese cataclismo de odio que se apodera de mí y me convierte en asesino.
Hasta acabar satisfecho de la tarea consumada.
Todo es terrible cuando hemos desrealizado la alteridad y no hay nada que me recuerde su sentido.
Estoy solo en un mundo sin señales. Señor de la nada. Y me convierto en nada.
Asesino: Porque al matar la vida me he quitado la vida. Sobrellevar mi existencia, ya no será vida.
Tampoco la de mis padres y mis seres queridos, que no me dijeron nada, porque yo no escuché nada, cuando fui asesino.
Todo es terrible cuando se enseña a "hacer lo que sentimos” sin escuchar al "otro” porque hemos aprendido a silenciar la conciencia. Ese estorbo de lo que sentimos, Todo es terrible sin la voz de la razón.
La única que puede encauzar la libertad, porque le hace comprender pacíficamente a quien la escucha, cuando es libre. La razón. La palabra que nace en el silencio del ser. Es terrible la vida sin la palabra de la razón.
Por eso el juramento se hace poniendo por fuente de absoluta veracidad a quien es la "razón” incuestionable.
Lo decimos con una espontaneidad que tiene sus raíces inconscientes. "Te lo juro por Dios”. Fuente original de toda razón.
Acertó Dostoievski cuando dijo en "Hermanos Karamanzov”, "Si Dios no existe, todo está permitido”.
Y acertó Albert Camus cuando hizo suya la sentencia de Dostoievski en "El hombre rebelde”.
Es terrible la vida cuando nada es portador de razón. Es la locura de la vida que se mata a sí misma.
Dios es un misterio insondable. Pero su ausencia abre las puertas del absurdo. Y es más intolerable el absurdo que el misterio. El misterio es la paz. En sus entrañas nace la "palabra” que ordena el caos.
Por Julio César Labaké
LE 6.747.824
