Señor director:

Mañana, 22 de agosto, es el Día del Folclore. Por tal motivo es oportuno traer a la memoria que varios años atrás la Academia Nacional del Folclore tuvo la acertada idea de implementar su enseñanza en las escuelas primarias. Existen por doquier fundamentos teóricos que sustentan o sustentaban esta decisión, encontrándose una de las tantas respuestas en la misma etimología de la palabra folclore, término este que se castellanizó a partir de sugerencias de varios estudiosos, como el Dr. Alfredo Poviña. 

La palabra en cuestión significa "el saber tradicional del pueblo", existiendo otras variables según el país, pero con el mismo sustrato común. Hablar del "saber del pueblo" es adentrarnos en un sinnúmero de conocimientos relacionados con nuestras raíces, con lo vernáculo, con "aquellos ecos simpáticos del pueblo" que a veces no son abordados por la historia u otras disciplinas análogas. 

Hablar de lo vernáculo o del saber popular no se remite sólo a enseñar -tema que es importante- las danzas típicas, zambas o cuecas, la enseñanza del folclore implica un sinnúmero de conocimientos que hacen a nuestro ser nacional, a nuestra idiosincrasia popular o identidad; es como un gran ramillete que incluye desde la parte lingüística, como aquellas lenguas como el quechua santiagueño o el guaraní, la gastronomía criolla, el sistema de creencias que a su vez incluye fiesta religiosas populares, como el Tincunaco" celebrado en la provincia de La Rioja.

Asimismo manifestaciones míticas, leyendas, artesanías regionales, sistemas de parentescos como el compadrazgo; etnomedicina, especialmente herbolaria; la indumentaria y todas sus variables, biografías de grandes cantaautores de los cuales y por suerte hay un abanico de genialidades, figuras de carácter popular, iconografías autóctonas o imaginería religiosa, refranes, dichos o sentencias populares, también el aporte cultural o como viven actualmente los pueblos originarios y otras cantidad de facetas que poseen carácter "folk". 

Estudiar estas manifestaciones -que pueden resultar poco llamativas a los estudiantes -por la entrada de culturas foráneas- y luego plasmarlo en una currícula escolar, no es poca cosa. Es nada menos que enseñar o trasmitir a nuestros jóvenes toda la herencia cultural o social, de la cual todos de alguna manera somos depositarios, y esto es significativo porque una de las funciones de la escuela se relaciona con este postulado.

Por lo expuesto, sería conveniente reflotar e implementar esta idea. Cada vez observamos que los extranjerismos arremeten nuestro rico idioma, y esto es sólo un aspecto, hay varios más, que nos hacen reflexionar que los saberes del folclore hacen imperativa su incorporación a las currículas tradicionales.

 
Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia