Desolación por el viento y el fuego.

 
El sábado pasado, San Juan sufrió las consecuencias del viento Zonda. Es cierto que estamos acostumbrados, que es feo, molesto y que afecta la salud de muchas personas. Todos conocemos que algunas veces este viento llega con mucha violencia. Este último demostró que no tenemos nada previsto o cuidado para superar las consecuencias. En lo personal hizo mucho daño a mi familia. Durante más de 40 años, mi esposo trabajó en un espacio que era nuestra vida fuera de la cotidianeidad. Plantamos árboles, palmeras datileras que nos regaló un amigo. Hicimos cercos y armamos un sitio, "La Casita del Médano”. Sencilla, de madera, que llenamos de objetos de nuestra vida, de mis padres, de nuestros gustos. Además del recuerdo de experiencias pasadas allí, los juegos de nuestros hijos en niñez y de jóvenes con lindas reuniones, sus cumpleaños, casamientos, aniversarios, juntadas con amigos de diferentes asociaciones en las que participábamos, compañeros de trabajo, y otros eventos familiares y amistades. Todo en una hora quedó hecho cenizas, que no se recuperará. Mi esposo y yo comprendemos a la naturaleza. Pero lo que no se puede comprender es la indiferencia del municipio. No se acercó nadie para ver si necesitábamos algo. Se puso la excusa inevitable del Zonda, pero no se ha dicho por qué se cayó el poste que provocó el incendio e hizo explotar un transformador y quedarnos sin corriente para obtener agua y con eso luchar contra las llamas. ¿Por qué el incendio de pastizales sin limpieza o faltan controles en los boliches, porque con el viento no se deben tirar fuegos artificiales, o que a los bomberos no les alcanzó el agua? Todo esto ¿de quién depende? Señores del municipio, hemos perdido cuarenta años de nuestras vidas, sin poder recuperarlo. Pero no quiero ser tan personal, porque nuestro vecino también perdió su fuente de trabajo y colaboró con nosotros ayudando con todo su dolor. Pero el que no estuvo fue el responsable que no fue el viento Zonda, sino el intendente. Finalmente quiero desde éste espacio agradecer a todas las personas que nos acompañan en este dolor. Nuestros hijos que han llorado junto a nosotros, familiares, amigos, asociaciones que con sus palabras nos han ayudado mucho a superar esto, más de lo que ellos pueden pensar. Gracias y que Dios los bendiga.

Por María Teresa Forradellas
y Carlos Herrera Lazarte