Señor director:

Siempre se dice que "las cosas o las personas se valoran, una vez que se pierden". También que "el dinero no hace la felicidad". Sea como sean las circunstancias, a veces, esas pérdidas, traen consigo un gran cimbronazo y hasta causan efectos emocionales traumáticos. En este caso, se trata de una noticia que recorrió el mundo en pocos minutos: Lionel Messi, el mejor jugador de fútbol del planeta, pidió a la directiva del Fútbol Club Barcelona la rescisión de su contrato. Hay algunas hipótesis sobre la decisión del astro argentino. Hay, también, muchos millones de euros en medio de esta situación (más de 200). Pero, en verdad, todos los intereses económicos dejan de tener valor, cuando lo que se quiere es estar a gusto o para decirlo bien directo, ser feliz. Tener mucho dinero, pero no sentirse feliz en un lugar o con ciertas personas, son ingredientes que causan incomodidad, frustración y hasta amargura. Ese tipo de estado emocional es lo que, al parecer, quiere evitar este hombre de 32 años, que el flamante entrenador holandés Ronald Koeman trató tácitamente de "veterano" o "viejo". Pero, además, esta decisión tomada por el argentino tiene otra arista. Se trata de su fuerte sentido de pertenencia, de amor y cuidado por la familia. Lionel sabe que dejar Barcelona significa apartar a sus hijos de sus amigos, la escuela y de la ciudad en la que nacieron. Esa es una cuestión que, a juzgar por su decisión laboral, debe pesar mucho en la balanza de los intereses que afectan su vida. La felicidad y la unión familiar, pese a cualquier tormenta. Ese es el valor de una estrella. 

 

Ramon Ochova
Poeta – Periodista