Señor director:
El jueves 10 de noviembre cumplí setenta años. Y no sé. Cuando llegué a los treinta y cinco me dije: estoy en la mitad de mi vida. Ya di la vuelta que me faltaba y no sé. No sé qué será lo que viene. Una amiga de ochenta y ocho me dijo hace poco,"estoy preparada". ¿Qué es estar preparado? Me imagino que es estar conforme con lo vivido, y conforme con lo que se está por vivir. En paz. Que es como decir, que se está cerca de Dios. Creo, que es eso, sin hacer alarde de erudición.
No sé si debo empezar a prepararme, son muchos los débitos. No sé. No es que esté confuso, tan sólo que no sé. Son tantos los misterios, que a veces prefiero no pensar en ellos. Es una edad que me llena de preguntas, y me invita a los repasos. A mirar ciertas fotos. A caminar ciertas veredas. Estrecharme con ella, sentir su calor y al hacerlo, sentir el calor de los que dejaron las camas vacías. Recorro sus cabellos, sus hombros, su espalda. Siento sus latidos y es como estrecharme a ellos, nuestra razón de vivir.
Entonces creo que empiezo a saber. Ese calor me sube, gobierna mis sentidos y hace que la mente hulla hacia atrás buscando un cierto espacio, un cierto tiempo. Los sucesivos ayeres se agolpan, para dominar el escenario de los recuerdos. Me hacen feliz.
Y subidos a una higuera, o payaneando una pelota de goma, o pegándonos una zambullida en el canal, están ellos. Los amigos de la infancia. Los de las inocentes correrías que desesperaban a nuestras madres, o enojaban a la vecina que sólo quería no le ensuciásemos la vereda.
Hoy estoy para abrazar y agradecer. Poner en un lugar bien alto, rodeada de jazmines, un mate de plata y un rosario, a la buena de mi mamá. Ternura y fortaleza. Amor y mano firme, que nos fue sacando de a poquito de las oscuridades por donde se nos cayó de golpe la vida, cuando se nos fue papá.
Retazos de vida, unidos como capítulos de una película, donde se enlazan las tardes en Del Bono, la secundaria en la Escuela de Comercio, el amor, una remota redacción de DIARIO DE CUYO en calle Catamarca, donde Carlitos Meni, que era el jefe de deportes, me designó el primer partido que debía cubrir: Del Bono vs. Rawson, en la Esquina Colorada. Tenía 15 años y era sábado. A eso de la siesta se descargó una lluvia brutal que hizo suspender el partido. Lloré amargamente esa primera frustración. Al sábado siguiente se jugó, y así empecé mis armas en las redacciones, que después seguí en "Tribuna". Y tantos recuerdos más…
Y punto final. Me quedan cosas para decir, pero soy consciente que ya doblé otro codo y más allá espera el disco.
