Señor director: 

La realidad humana es un caudal vivo de expresiones, naturales o inusitadas, que son el reflejo de sentimientos y emociones. A través de esas expresiones se descubren los motivos que las han producido.  

Días pasados me enteré que don Hilario, (nuca supe su apellido) había fallecido. Para mí, todo un personaje de una obra que se llama "la realidad”, que pasan a ser documentos que nadie se hace cargo. 

Tengo en mi memoria la expresión de este hombre, cuando dentro de su mirada dejaba escapar sus palabras y me decía a mí y a otros, lo que debíamos hacer, pues, el casi nuca hablaba. Sólo se limitaba con su mano abierta y su brazo pegado a su pecho a pedir unas monedas. Y, que la vergüenza de limosnear, no le daba el valor para estirarla y decirme, gracias. 

Su resignación y mi vergüenza me equilibraban los sentimientos y ver a este hombre como exponente de una realidad que nos golpea a todos. 

Aquí llegamos a un punto en que sale a la superficie un problema ya planteado: la pobreza. Esa que abre las puertas al hambre y a la resignación, sepultando ambiciones, esperanzas y felicidad, como Don Hilario, que no tenía tiempos, porque la limosna era su motivo de vida. 

Don Hilario con su mano casi estirada para ver caer una moneda, la limosna de cada día, hace a su vergüenza de tener que pedir para poder vivir y hasta que la limosna se termine. Y, él, un ser humano ejemplar, porque fue un hombre de bien. 

Seguro que fue al cielo y que las monedas que dejó caer es para darle las gracias a quien se las puso en su mano. Hombre tan pobre en la tierra, pero ahora tan rico en el cielo, porque allí descubrió la felicidad y la luz eterna. Don Hilario, Usted se lo merece.