Señor director:
Les escribo desde la Cuarta Región de Chile para compartirles costumbres, anécdotas y situaciones que ocurren en el Valle de Elqui. Si, como por ejemplo un milagro cordillerano, cortado, leche y sal, prodiga satisfacción para amantes de la naturaleza en la lonja ribereña chilena.
Cuando los bailahuenes, chachacomas y la salvia obran milagros para el bienestar humano. Donde se pierden las precauciones ante la vuelta del recetario indígena en la elaboración de los quesos de cabra del Norte Chico, un producto artesanal. Y el río se puso a cantar…
Los quesos de la región de los valles tienen bien ganado su prestigio. Los ancestrales -con la llegada de los primeros caprinos después del siglo XVI y la figuración en la Literatura Universal ("Robinson Crusoe" de Daniel Defoe, escritor francés) acompañan al hombre y su familia de un lugar a otro. Por este tiempo, parte de los "crianceros" chilenos se aproximan a las veranadas en la provincia de San Juan, Argentina. Para familiares y turistas ya está abierto el Paso de Agua Negra.
Hay quesos chicos y grandes: los primeros son redondos y no más grande que un plato de cocina; los segundos, rectangulares, con peso exigido para el embarque. Desde 1950 empezó el despoblamiento de majadas de renombre con apellidos tales como Rojas, Ramos y otros. Todos se asentaron en las riberas de los valles desde Chañaral al Sur.
Hubo que adaptarse al cambio climático y la expansión de la minería. Aún quedan acciones y lugares con la flora y fauna evocada: Chalinga, Huentelauquén y, ahora, Huanta en el Valle de Elqui. Ya queda poco del queso -5 mil pesos chilenos- muy saludable.
