Señor director:

Cuando una persona toma la difícil decisión de emigrar hacia otro país, no sólo toma en cuenta las nuevas costumbres, hábitos y porvenires que tendrá. También hay que tener en cuenta la condición y la preparación que uno tiene para el nuevo lugar. Cuando se emigra a un país donde no se dispone de una ciudadanía ni de un permiso de residencia o de trabajo, la voluntad y predisposición resultan fundamentales. El trabajo sin papeles es tan riesgoso tanto como para quien lo da, como para quien lo solicita. El inmigrante sabe que corre riesgos, desigualdad de derechos, cobrar menos que los demás, no contar con una aseguradora por accidentes laborales, no poder solicitar fondos de desempleo, ayudas del gobierno o simplemente que lo echen del lugar sin indemnización de un día para el otro. Son algunas de las cosas que hay que tener en mente cuando se planea asumir este gran riesgo que supone un gran premio, la legalidad y los derechos de un ciudadano residente. Aunque todas estas contras se puedan prevenir y prepararse antes de que alguno pase, había uno que muy pocos tenían en cuenta hasta entonces, nadie esperaba que una pandemia atacara de un día para el otro y el aislamiento social se extendiera por más de quince días. Esto rompió los esquemas de toda la sociedad. Per si un sector se vio afectado de manera inmediata, inexplicable e inexorable, es el grupo de los trabajadores inmigrantes sin papeles. Ellos se vieron dolidos por una incertidumbre, miedo y decepción que pocas veces en su vida han vivido. El Covid-19 se adueñó de la actualidad de un gran porcentaje de la población mundial y aunque el aislamiento sea algo relativamente cómodo, no es igual de tranquilizante para todos. Está de más decir que lo más preocupante de la pandemia son los sectores vulnerables. Pero no muchos hablan de los inmigrantes, por que cómo en distintas situaciones donde la sociedad mira para el otro lado, es más fácil evadir el problema y no abordarlo para dar soluciones. Hay un limbo en el que se encuentran los inmigrantes ilegales, en el cual no pueden acceder a las prestaciones del país en el que viven; pero tampoco les resulta fácil buscar ayuda o volver a su país de origen. Muchos han decidido volver, otros se quedan a luchar, muy pocos pueden seguir trabajando, la mayoría tiene que seguir pagando. Salir adelante no será fácil, la enseñanza que nos puede dejar esto es que hay que tener siempre una previsión para casos especiales, tener un plan b, por poco que nos guste o mucho que nos cueste. Las crisis son oportunidades para cambiar, mejorar y acordarnos de las cosas importantes que tenemos. Esta no es una más, el planeta está hablando y debemos escucharlo.

Santiago Arnau Bailón
Periodista