Señor director:
Hace años que la población argentina sufre un deterioro en su conducta. Han variado tanto las condiciones sociales y morales que nos han obligado a cambiar costumbres y vivir situaciones que antes ni imaginábamos. Es común ver casas de familia, negocios, monumentos y hasta iglesias cerradas entre rejas, provistas de alarmas y doble cerraduras. Hábitos placenteros como sentarse en la puerta de calle, conversar con un vecino, salir en la tarde noche a mirar vidrieras, caminar por plazas y paseos, modalidades a las que hemos tenido que renunciar.
En cambio se han multiplicado los arrebatos, asaltos, muertes violentas, atropellos en todos los sentidos y todos los niveles han alcanzado límites alarmantes. Urge cambiar este desastre de inmoralidad. Dar un giro para volver a la comunidad armoniosa y tranquila que alguna vez fuimos.
¿Es que una gran mayoría de los seres humanos nos hemos vuelto ladrones o delincuentes? No creo que un Dios infinitamente misericordioso y lleno de bondad nos haya hecho criaturas malas y perversas. Si fuimos creados a su imagen y semejanza es imposible pensar que en nosotros hay semillas de bondad y amor, atributos supremos del creador.
Si nos propusiéramos buscar lo bueno que todos tenemos, vivificar los buenos sentimientos, exaltando la belleza, procurando la dicha de todos, con condiciones de vida más confortables, con mejores posibilidades de trabajo, veríamos que es más fácil ser bueno cuando se es feliz.
