La relación entre Estados Unidos y la Argentina entró en un impasse por la inminencia de las elecciones presidenciales, y no se esperan nuevas visitas de funcionarios del gobierno de Joseph Biden para el resto del año. Pero las señales entre ambos países, y del gobierno de Javier Milei con el FMI, están a la orden del día, con una larga lista de temas que se debaten por canales subterráneos.

En este contexto, Milei viajará a Nueva York el sábado para dirigirse por primera vez a la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas. En principio, irá acompañado por el ministro de Economía, Luis Caputo; la canciller, Diana Mondino, y la secretaria general, Karina Milei. Sin embargo, no se espera que viaje a DC, ni que se produzcan contactos formales con la Casa Blanca o con el FMI. De hecho, el país anfitrión está organizando un cocktail para el lunes a la tarde, después de los discursos del secretario de la ONU, António Guterres y de Biden, pero Milei aún no confirmó si irá. “Va a ser una visita institucional a la ONU”, dijeron en el entorno del jefe de Estado.

El único punto de contacto previsible con la política norteamericana será el discurso que llevará el Presidente a la ONU, un mensaje crítico del rol de los organismos internacionales frente a los Estados. En particular, contra iniciativas como la Agenda 2030, especialmente cuestionada por el Gobierno. El primer mandatario descree de los objetivos enmarcados en ese programa, que incluyen la promoción de la igualdad de género y la lucha contra el cambio climático. En cambio, considera que las intervenciones de las organizaciones multilaterales debe acotarse, lo más posible, a las relaciones crediticias. De todas formas, equilibraría ese posicionamiento con una alusión directa al “sometimiento” que supuestamente ejerce China sobre el organismo, un pasaje que representaría un guiño a los intereses de EE.UU. en América Latina.

En el centro de poder de EE.UU. no acuerdan con la mirada de Milei sobre la Agenda 2030 (una iniciativa que promovieron desde 2015 y aún defienden). No obstante, relativizan el impacto de las diferencias sobre temas ambientales o sociales en el vínculo bilateral. Lo que les importa, en definitiva, es que la democracia se mantenga firme, frente al caos en Venezuela; que no se profundice la relación con China -más que la presencia militar, los inquieta la comercial y financiera-; y tener garantizado el acceso a recursos naturales, especialmente los minerales críticos (“litio” y “cobre” son palabras muy repetidas en los comandos de decisión norteamericanos).

Así, siguen los detalles de las medidas y conocen al dedillo, en tiempo real, cómo salen las votaciones en el Congreso sobre temas vinculados a la economía -por ejemplo, la recomposición jubilatoria y su posterior veto, o la letra fina del Presupuesto-. En contacto con el equipo económico, con quien tienen una relación fluida, perciben las obvias dificultades para lograr apoyo político, pero las consideran entendibles para la fuerza de un “outsider” y relativizan sus consecuencias. Reconocen la baja de la inflación y el cumplimiento de las metas fiscales, pero tienen dudas sobre la fecha para la salida del cepo, sobre el supuesto plan para dolarizar la economía, y sobre la hoja de ruta para el año que viene. En resumen, dudan sobre la sostenibilidad del plan.

Aunque los ocupan, los detalles no los “preocupan”. Lo que más les interesa es la orientación de la receta económica, en el sentido más amplio. Por ahora, proclaman un apoyo claro, pero exigen mayor claridad a futuro. En Gobierno responden con un concepto amplio: “Nuestro plan a futuro es hacer a la Argentina más libre, el crecimiento y la sostenibilidad van a venir de ahí”.

FMI

El FMI dejó la pelota del lado de la cancha argentina al desplazar al director del Departamento del Hemisferio Occidental, Rodrigo Valdes, de las negociaciones con el país. Milei había cuestionado su predisposición ante el caso de la Argentina, públicamente. Y si bien en el Fondo sostuvieron al economista chileno en ese rol durante algunos meses, la semana pasada decidieron generar un gesto para la administración libertaria. Al correrlo, de alguna manera creen que liberaron los impedimentos, o las excusas para iniciar los diálogos.

En el Gobierno, aunque recibieron bien el cambio, no creen que el reemplazo de Valdés por el técnico Luis Cubbedu en la negociación modifique demasiado la ecuación. Al contrario, aseguran que, más que de la Argentina, una renegociación viable depende de los indicios de predisposición que pueda dar el propio Fondo. “No podemos hacer más de lo que ya hicimos y estamos haciendo con nuestra política económica: este ajuste, el superávit, haber bajado la inflación, estabilizado. Más no podemos hacer”, resumió un importante funcionario del círculo presidencial esta tarde.

En Balcarce 50 insisten en que necesitan de un desembolso en el corto plazo para poder concretar la esperada eliminación del cepo cambiario que les permita liberar la economía y atraer inversiones, justamente, para afrontar esa deuda. Y si bien aclaran que están en condiciones de levantar las restricciones sin esos fondos, aseguran que el resultado de avanzar en las actuales condiciones económicas implicaría una “catástrofe social”, que no están dispuestos a propiciar.

En los últimos días hubo conversaciones subterráneas de funcionarios del Ministerio de Economía que conduce Luis Caputo, con el Fondo. Pero, por ahora se encuentran en una etapa primigenia. Y en Balcarce 50 se cuidan celosamente de arriesgar fechas para una renegociación formal. “Hay posibilidades” de que se concrete este año, admiten, pero “es improbable”, agregan. Y al final, para cortar con las especulaciones, un miembro del Gobierno al tanto de los detalles de los contactos pidió “parar con las ansiedades”. Unas horas antes, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, había deslizado que el Gobierno está en busca de un nuevo acuerdo, pero sin dar fechas. “El FMI reconoce el esfuerzo que hace la Argentina. Somos optimistas”, dijo.

Las señales de una posible renegociación con el FMI y el mensaje de Milei ante la ONU se producen ante un inminente cambio de administración de la Casa Blanca. En EE.UU. se vive un clima de efervescencia electoral y el martes pasado, como con los partidos de fútbol, los bares y restaurantes de Washington se abarrotaron de norteamericanos ávidos por ver, acompañados, fuera por amigos o desconocidos, el primer debate entre Kamala Harris y Donald Trump.

En este contexto, antes del 5 de noviembre habrá pocos o nulos movimientos, concretos y públicos, en la relación bilateral. Y luego restará esperar la asunción del nuevo jefe de Estado norteamericano, en enero. Mientras tanto, en algunos de los despachos más importantes de DC insistían, como es habitual, en asegurar que habrá continuidad y estabilidad en la política de relaciones bilaterales con la Argentina, sea cual fuere el resultado de los peleados comicios.

En la Casa Rosada plantean una postura similar, puertas afuera. Por lo bajo reconocen la obvia preferencia del Presidente por Trump. “Seguramente si ganaran los republicanos nos resultaría todo más fácil. Trump levantaría el teléfono para ayudarnos con el Fondo, ese tipo de cosas”, dijeron, con cierto aire de decepción por el crecimiento de la líder demócrata en las encuestas nacionales.

Con todo, Milei parece haber entrado en una fase pragmática de su política exterior, al menos frente a EE.UU., a menos de dos meses de los comicios. Pese a que es probable que Trump esté en Nueva York el día de la Asamblea, en Gobierno tienen prácticamente descartado un nuevo encuentro con el candidato republicano.