“Si el peronismo no tiene la pelot… para prepararse y dar una batalla con La Cámpora, está terminado”. Esta brutal frase sin filtros del exministro de Seguridad, Aníbal Fernández, resume el estado de ebullición en el que se encuentra el peronismo que está prendido fuego desde el llamado a elecciones internas bonaerenses y del PJ nacional. En el medio de la interna descarnada, todos los palos son para el diputado nacional, creador de La Cámpora y presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner. Lo culpan de todo los males y salen a marcar la cancha frente a los planes de Cristina Kirchner de que su hijo herede el poder como líder del peronismo. Hay una mayoría que se encolumna detrás de la figura del gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, otrora el hijo pródigo de la expresidenta, pero que ahora tiene vuelo propio y sueña con encabezar la fórmula presidencial del PJ en 2027.
El disparador de la radioactividad tóxica fue Andrés “el Cuervo” Larroque cuando expuso el intento de la ex presidenta Cristina Kirchner de seguir ejerciendo la conducción del movimiento a través de La Cámpora, y de imponer una sucesión hereditaria a la medida de su dedo.
La crítica fue centralmente al todavía titular del sello del PJ bonaerense, pero también salpicó a Cristina Kirchner y a su estilo de conducción, por seguir pretendiendo bajar línea por Whatsapp a través de “tres ñatos” camporistas (Facundo Tignanelli, jefe de bloque de la Cámara de Diputados bonaerense; Emmanuel González Santalla, senador provincial, y Martín Rodríguez, dirigente de Hurlingham, todos ellos del primer anillo de Máximo K).
En el universo kirchnerista, criticar frontalmente a Cristina Kirchner es pecado, y por eso cuando se la quiere cuestionar a ella de forma indirecta, se suele elegir a Máximo como destinatario, como “punching bag” de los golpes.
Larroque prácticamente se salteó esa regla de rectitud política y desencadenó un terremoto cuyas ondas expansivas aún no encontraron límite. La intención del ministro, en el mejor de los casos, era advertir sobre los riesgos de seguir esmerilando al gobernador Axel Kicillof, el mejor perfilado dentro del peronismo para pelear por la sucesión del liderazgo de Cristina y por la presidencia en 2027.
“Los liderazgos no se autoperciben ni se autoproclaman”, le advirtió a Máximo Kirchner, en un cross a la mandíbula que dolió y mucho en el campamento camporista, especialmente porque el puñetazo provenía de alguien que había sido secretario general de la organización hasta hace tan sólo un año atrás, cuando se cruzó a la vereda de Kicillof.
Como buenos vasallos de su patrón, Mariano Recalde y Mayra Mendoza salieron a ponerle los puntos a Larroque, y también al intendente ultra k de Ensenada, Mario Secco, que se había sumado a la campaña “Todos contra Máximo”.
En esta pelea entre Axel y Máximo, Cristina tomó partido por su hijo biológico, pese a su “debilidad” por quien fuera su último ministro de Economía.
En un acto en Quilmes, con Mayra Mendoza como anfitriona, CFK fue la oradora excluyente de un acto en el que La Cámpora dejó abajo del escenario a Kicillof, en un gesto de desdén, como si fuera un actor de reparto en esa obra.
La lista de detractores de Máximo K es mucho más larga. Así el reclamo de los más moderados de unirse frente al avance libertario choca de frente y se teme que las heridas tras las elecciones internas del próximo 17 de noviembre terminen de minar toda pizca de unidad.