El Capitán de Navío el sanjuanino Carlos Guido Pérez no fue investigado en ese caso, pero su rol en esa misma base durante los años de profundización del despliegue de espionaje ilegal desde el lugar indican, sumado a su pasado como jefe de Contrainteligencia de la Marina que, si no supo nunca nada de esos hechos que ocurrían a su alrededor, entonces tal vez no estaba preparado para ocupar el cargo anterior como supervisor de actividades de servicios ajenos a la marina que podrían vulnerar la información secreta y confidencial que estaba bajo su resguardo.
Es solo una hipótesis.
Fuentes del Sistema de Inteligencia Nacional confirmaron a Clarín que en las diferentes unidades de las Fuerzas Armadas se designan a Jefes de Inteligencia y Contrainteligencia, como fue el caso de Pérez, que fue designado con ese último puesto mientras trabajo en la Unidad de Mantenimiento y Servicio.
Se retiró en el 2017, con el rango de Capitán de Navío, equivalente al de Coronel en el Ejército.
En su legajo no hay otra mención a destinos vinculados a la Inteligencia. Son trabajos que se basan en dos características ineludibles para su éxito: la confidencialidad y el secreto. Piedra libre.
Los investigadores del caso Loan sospecharon de las posibles habilidades de Pérez vinculadas a la Inteligencia, primero, cuando lo escucharon declarar. Su exposición ante los fiscales provinciales Juan Carlos Castillo y Guillermo Barry fue muy articulado, preparada para intentar no dejar ningún detalle “suelto”, e incluso también enfocada en sembrar sospechas sobre los otros comensales que estuvieron en la casa de la abuela de Loan cuando el niño “desapareció”.
No pudo evitar eludir mendacidades, u ocultar acontecimientos que podrían comprometerlo tanto a él como a su esposa Caillava. Omitió contar, por ejemplo, que uno de los campos linderos al paraje El Algarrobal, donde se sucedieron los hechos investigados, son propiedad de la familia de su pareja. Tampoco dijo nada de la visita furtiva al hospital de Nueve de Julio que hizo Caillava a las once y nueve minutos del jueves 13 de junio pasado, presa de un supuesto ataque de nervios expresado en una tos que no podría detener, y que culminó cuando una enfermera le aplicó una inyección. Pérez detalló de modo calmo el viaje que hizo con su pareja al día siguiente, el viernes 15, primero hacia Corrientes capital, y luego hacia el Chaco.
Pero al mismo tiempo calló respecto a otro traslado a esa misma provincia que hizo su Ford Ka rojo tres días después.
A pesar de sus esfuerzos dialécticos, e incluso por medio de otros ardides, como dejar bien a la vista en sus vehículos, que serían luego secuestrados por la Justicia, a cada uno de los comprobantes de pago de peajes o de otras compras que realizó en su primer viaje a Chaco tras el estrépito que causó la desaparición de Loan, no pudo evitar que los investigadores detectaran incongruencias en su versión de cómo habrían ocurrido los hechos bajo análisis judicial.
En el poder político de Corrientes era un secreto a voces que el ex Capitán de Navío podía haber tenido entrenamiento en Inteligencia. Esa inquietud se repetía entre influyentes, pero solo como una versión no confirmada, alimentaba rumores que agrandaban, a su vez, enigmas alrededor del caso policial que captó la atención del Gobierno Nacional, los medios y la opinión pública.
Esos misterios se acrecentaron cuando su pareja, Caillava, dijo en una entrevista con Paula Bernini, en TN, que quizás era un víctima de un complot debido a que trabajaba como agente inorgánica de Inteligencia de la Policía de Corrientes. Extraña “confesión.” Ningún agente devela su identidad. El lenguaje de los servicios no parecía ser ajeno al matrimonio que finalmente cayó preso.
Ahora se confirma que, en base a su legajo oficial de la Armada, Carlos Guido Pérez se desempeñó como Jefe de Contrainteligencia de la Marina en al menos uno de sus destinos durante su carrera en esa Fuerza. Fue espía. O lo es.
Fuentes de la Armada afirmaron que haberse desempeñado como Jefe de Contrainteligencia en Puerto Belgrano no hace de por sí que Pérez sea oficial de Inteligencia, pero sí jefe de seguridad. Es más un administrativo que un operativo. Un formalismo que, sin embargo, no define que el ex capitán de navío no haya tenido formación en espionaje, tal como señalan otras fuentes de esa área, que remarcan que el marino trabajó en el centro de espionaje de la Armada K, la base Almirante Zar. Con todo, la Inteligencia y sus secretos no eran ajenos a los conocimientos de Pérez.