Entre 2004 y 2012, Carlos Enrique Wagner fue presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, en pleno auge de la gestión kirchnerista. Su empresa constructora Esuco se convirtió en una de las contratistas más beneficiadas por la obra pública de ese momento, acumulando contratos por más de $6.900 millones. Si bien ahora está vinculado al escándalo de los cuadernos de la corrupción, su nombre resonó en los casos de la ruta del dinero K, Odebrecht y los Panama Papers.
Actualmente es dueño de Esuco, la empresa que en 2015 era la séptima entre las mayores contratistas del Estado. Hoy se lo conoce por ser el número 13 del listado de empresarios y exfuncionarios en quedar detenidos por la causa de los cuadernos.
En la investigación del diario La Nación, se registró el pago de Wagner en 2010 desde Esuco. Él figura en el relato de los cuadernos, como así también los movimientos que el chofer, Oscar Centeno, realizó a la empresa.
La última vez que Wagner habló fue por su supuesta vinculación como intermediario en el pago de coimas de Odebrech y negó su participación. Además, afirmó que su empresa fue una "simple subcontratista".
Anteriormente, su nombre apareció en cuentas offshore. En Argentina, la compañía de Wagner fue parte de la construcción del Centro Cultural Kirchner y la base china en Neuquén. Tuvo vínculos con Iecsa (Angelo Calcaterra, primo de Mauricio Macri) y Austral Construcciones (Lázaro Baéz) para competir por las represas Kirchner y Cepernic. La primera acusación ocurrió durante la investigación por la Ruta del dinero K, en la que tanto Báez como Leonardo Fariña lo señalaron. Fariña aseguró que cuando Néstor Kirchner asumió como presidente, ordenó que Wagner sea asignado al mando de la CAC. Ayer Wagner se entregó a la Justicia. Se acopló a la voluntad de los empresarios detenidos: no hacer declaraciones.