Expertos en ingeniería submarina intentarán llegar con buzos y robots hasta los restos del naufragio del buque de pasajeros Monte Cervantes, hundido desde 1930 frente a la costa de Ushuaia, en el Canal Beagle, y bautizado como el "Titanic argentino".
La expedición es liderada por el ingeniero argentino Carlos Pane junto a sus alumnos universitarios.
El descenso a las heladas aguas del Beagle se realizará entre el 15 y 16 de julio y buscará arribar hasta donde se encuentran las cabinas de la embarcación, a unos 40 metros de profundidad, ya que el casco se encuentra en otro sitio cercano, pero hundido a 140 metros.
El objetivo de la misión será encontrar y filmar la "lámpara de navegación", un artefacto "del tamaño de una heladera" que se utilizaba para que el barco pudiera ser divisado por otras naves, aunque también se explorarán más restos del naufragio.
Pane es un ingeniero electrónico graduado en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) que luego de una trayectoria en empresas privadas se convirtió en investigador de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (Untdf).
En ese ámbito, formó junto a sus alumnos la empresa Deepwater Engineering, enfocada en submarinos mediante la utilización de drones.
"Estuve en empresas durante 30 años. En Tierra del Fuego decidí que era hora de devolver algo de lo aprendido y me pareció que la universidad pública era el mejor lugar", relató Pane. Hace cinco años, el docente convocó a sus alumnos para formar la empresa de ingeniería con la que incursionan en proyecto submarinos.
"En el caso del Cervantes vamos a buscar la lámpara de navegación, que está fotografiada en el barco original y tiene el tamaño de una heladera. La idea era rescatarla, pero los arqueólogos nos dicen que conllevaría mucho riesgo de que se deshaga, así que sólo vamos a filmarla", explicó Pane.
También mencionó que para planificar el descenso submarino lograron dar con el video realizado por documentalistas alemanes en octubre de 2000, en lo que constituyó la última experiencia de inmersión colectiva hasta el famoso naufragio.
"Para nosotros es una gran fuente de información. Ellos intentaron llegar hasta el casco, sumergido a 140 metros, y no lo lograron porque tuvieron problemas con el congelamiento de válvulas reguladoras", destacó el ingeniero fueguino.
Los restos de la embarcación están partidos luego de un intento fallido de reflotamiento en 1954: por eso las cabinas se encuentran separadas del casco principal, de 160 metros de largo. Los expedicionarios actuales eligieron el mes de julio porque "es la época de mayor visibilidad", detalló Pane.
Tres buzos expertos y otras seis personas guiarán tres minisubmarinos y realizarán las tareas de georreferenciación. El ingeniero y sus alumnos reunieron "toda la información posible" y se contactaron con Adrián de Antueno, autor del libro "Cartas y recuerdos del naufragio".
"Nos proporcionó mucha información. Él tuvo acceso al listado de pasajeros del barco", remarcó el investigador.
En ese sentido, insistió en que el proyecto no tiene fines comerciales. Según el experto, la idea es "entusiasmar a nuevas generaciones y apasionarlas con historias que nunca habían escuchado".
El Monte Cervantes era un buque mixto de carga y pasajeros alemán botado el 25 de agosto de 1927: unía Buenos Aires con Punta Arenas, en Chile. El 22 de enero de 1930, después de una escala en Ushuaia, zarpó desde la capital fueguina y al poco tiempo chocó contra un bajo fondo en el paso Les Eclaireurs.
El impacto generó una abertura que inundó las bodegas y los camarotes, con lo que el barco empezó a hundirse. El capitán Teodoro Dreyer logró maniobrar hasta unos islotes y allí la tripulación pudo bajar los botes salvavidas y proteger a los 1.500 pasajeros.
Dreyer fue la única víctima del suceso, aunque la forma en que murió sigue siendo un misterio: algunos sostienen que decidió hundirse con la embarcación, como reza la tradición naviera. Su cuerpo nunca apareció.