Las elecciones presidenciales de este domingo están marcadas por una economía en jaque, con graves desequilibrios monetarios y fiscales, la actividad estancada, el fantasma de una hiperinflación al acecho y una fuerte amenaza de devaluación empujada por una brecha cambiaria récord para este siglo (217%) entre el valor del dólar oficial de $350 y el de los dólares financieros y el blue por encima de los $1.100. Todo esto atravesado por niveles de pobreza en ascenso que tiene al 61% de los niños y adolescentes de entre 0 y los 17 años como las principales víctimas.

Sin oxígeno para funcionar, la segunda mayor economía suramericana acumuló hasta julio pasado una contracción del 1,8% y según el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, el PIB caerá este año entre un 2,5 y 2,8% desde una expansión del 5% en 2022. Y para 2024, cuando a priori se pronosticaba un alza del PBI, también se espera una caída, aunque más leve de 1,2%. "La actividad económica volvió a estancarse en los últimos meses y las proyecciones indican una caída de más del 2% para este año", indica Lautaro Moschet, economista de la Fundación Libertad y Progreso.

INFLACIÓN GALOPANTE

La principal preocupación de los argentinos es la inflación, con un índice de precios al consumidor que se situó en el 138,3% interanual en septiembre y que, según proyecciones privadas recabadas por el Banco Central, acumulará este año un alza del 180,7%, la tasa más alta desde la hiperinflación de 1989-1990, un fantasma que pesa, y mucho, entre los votantes.

La inflación alimenta la demanda de dólares por parte de quienes logran ahorrar algo de ingresos y buscan zafarse de la depreciación constante del peso. Y el resultado es la recurrente tensión en un mercado cambiario atravesado por fuertes restricciones en la plaza oficial, múltiples tipos de cambio paralelo y bruscos saltos en las cotizaciones que, con un "efecto contagio", retroalimentan las alzas en todos los precios de la economía real. En la raíz de este fenómeno afloran los desequilibrios fiscales y monetarios, agravados este año por el impacto de una sequía sin precedentes que golpeó de lleno el potente sector agropecuario, la mayor fuente de ingresos por exportaciones del país. Según cálculos privados, el déficit fiscal acumulado hasta agosto pasado ronda el equivalente al 1,22% del PIB y las reservas netas reales del Banco Central son negativas, de unos -7.000 millones de dólares.

"La macroeconomía argentina se encuentra en una situación de extrema delicadeza. Estamos transitando la inflación más alta en los últimos 32 años, contamos con un Banco Central prácticamente quebrado y una indisciplina fiscal fenomenal que alimenta la emisión monetaria y las expectativas de mayor inflación", señala Moschet.

UN PAÍS SIN RESERVAS

Sin reservas, Argentina restringe importaciones -complicando la producción local- y tiene un poder cada vez más acotado para poner paños fríos en el recalentado mercado cambiario. Ahí son crecientes los temores a una nueva corrección violenta del tipo de cambio oficial, como la devaluación del 22% llevada a cabo un día después de las PASO y que el ministro de Economía y candidato presidencial oficialista, Sergio Massa, atribuyó a una exigencia del FMI, organismo al que Argentina adeuda 46.041 millones de dólares.

Gabriel Rubistein, el segundo de Massa en Economía, adelantó que después del 15 de noviembre habrá minidevaluaciones del 3% mensual, pero la fuerte presión del dólar blue y los dólares financieros podrían forzar una devaluación mayor.

Para colmo, el libertario Javier Milei, que ganó las PASO y que propone la dolarización como salida a los males de la economía argentina, ha recomendado a los ahorradores que se deshagan de sus inversiones en pesos. Recientemente, Milei tachó de "excremento" al peso en unas declaraciones que le valieron una denuncia judicial por parte del presidente, Alberto Fernández, quien lo acusó de incentivar un descalabro financiero.

Qué hacer con la "bomba" cambiaria y monetaria ha sido el eje de discusión entre los candidatos presidenciales, pero ninguno de ellos parece tener claro cómo lograrlo o, si en definitiva, es inevitable una salida abrupta que podría generar aún más inflación y pobreza. Los salarios de la mayoría de los trabajadores corre detrás de la inflación y en muchos casos ni siquiera cubren el costo de la canasta básica de alimentos que trepó a $320.000 en septiembre.

 

El ajuste de tarifas
El ajuste de tarifas o la baja de subsidios podría ser una tarea inevitable para el próximo gobierno. El 70% de las familias del AMBA paga tarifas que cubren apenas el 10% del costo de la energía. El boleto de colectivos cubre entre 10/15% del costo, y el 2% del boleto de tren.

 

> El empleo, la otra cara de la crisis

Con una tasa de desempleo de 6,2%, la más baja desde 2004, y una tendencia a la formalización, el empleo registrado lleva incorporadas 1,2 millones de personas desde diciembre de 2019 y acumula 36 meses consecutivos de crecimiento en el segmento privado, según el Ministerio de Trabajo a partir de datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). El aglomerado urbano que ya alcanzó el pleno empleo es La Rioja con una desocupación de 4,1%.

 

  • Una cuenta regresiva por el FMI

El Gobierno argentino efectivizará esta semana el pago al Fondo Monetario Internacional (FMI) de los vencimientos previstos para octubre, que rondan los U$S 2.600 millones, con los fondos del nuevo swap de monedas suscripto con China.

El ministro de Economía Sergio Massa adelantó el último miércoles que "la semana que viene" el país va a proceder a "precancelar los vencimientos del FMI para que no haya incertidumbre alrededor de ese tema", luego de que el presidente Alberto Fernández firmara con su par chino, Xi Jinping, la suscripción de un nuevo swap con China por U$S 6.500 millones.

El calendario del FMI prevé tres vencimientos con el país: el 6 de octubre por U$S 1.280 millones, el 12 de octubre por otros U$S 640 millones y un tercero por U$S 673 millones el último día hábil de octubre, aunque los mismos pueden ser saldados todos juntos a fin de mes, sin cuestionamientos por parte el FMI, que ya avaló en el pasado esta práctica.