Si realmente la eventual flexibilización del cepo cambiario hubiera sido una buena noticia, seguramente Cristina Fernández habría monopolizado el anuncio. Sin embargo, como sus reflejos políticos le indicaron que seguramente el término ‘devaluación‘ destacado en las odiadas ‘letras de molde‘ iba a opacar todo y que lo que se le estaba ofreciendo a la sociedad con los pocos dólares que quedan es apenas una aspirina sujeta a la autorización de la AFIP, prefirió correrse una vez más del centro de la escena e irse anticipadamente de viaje.
La Presidenta es francamente una experta en convocar el aplauso fácil cuando se trata de causas efectistas, como cuando da a conocer planes sociales u obras que alguna vez se concretarán.
Sin embargo, no se siente en condiciones políticas de hablarle a la sociedad de situaciones complicadas que son capaces de modificarle la vida.
También es propensa a creer que la capacidad de convocatoria a la militancia le suma ante el resto de la gente y, en ese error, es capaz hasta de dilapidar un anuncio tan abarcativo como debería haber sido el Plan Progresar para jóvenes que no trabajan ni estudian, un programa más que interesante que, junto a su reaparición y a la luz de los hechos económicos que se sucedieron en estos días, bien parece haber tenido más un propósito distractivo que efectivo.
La lectura de los hechos indica que, ante la aceleración de los tiempos, Cristina tuvo que admitir de modo implícito y no sin que le haya costado mucho tomar la decisión, el error de haber dejado atrasar el tipo de cambio, debido a que esencialmente su gobierno nunca reconoció como un problema la situación inflacionaria, barrió debajo de la alfombra la crudeza de los índices para que no se notaran los pobres, criticó por anti argentinos a quienes marcaban esa falla central del modelo y hasta hizo querellar a los economistas que divulgaban sus propias mediciones. Objetivamente, cuando la Presidenta realizó el último cambio de Gabinete en noviembre, el valor del dólar para el comercio exterior era de 6,05 pesos, mientras que el viernes pasado cerró a 8.
El ajuste del tipo de cambio en dos meses fue de 32 por ciento (casi igual a todo 2013) lo que, a la inversa, significa que el poder del peso frente al dólar se debilitó cerca de 25 por ciento.
Por la dinámica política o por el arrinconamiento económico o por ambas causas a la vez, lo cierto es que todo se aceleró en 2014 y que desde el 1 de enero hasta el viernes, en apenas 17 ruedas, el precio del dólar mayorista saltó 22 por ciento o sea que el peso soportó una devaluación de 18 por ciento.
Dicho de otra forma, el orgullo presidencial del ‘salario mínimo más alto de América latina‘, que era de 600 dólares, se cayó a 450 dólares.
Cuando ahora se quiere ver cómo sigue la película, lo que predomina es saber cuánto tiempo ha de pasar para que tan importante adecuación se traslade a los precios internos, sabiendo ya que los comercios han comenzado a efectuar remarcaciones sobre los 9.800 productos que están afuera de la lista de ‘precios cuidados‘.
Para el Gobierno, eso no debería suceder porque en la carrera, suponen, es el tipo de cambio el que se va a acercar a precios que ya habían aumentado, pero el resto de la cátedra piensa otra cosa, ya que cree que sin un verdadero plan por detrás no hay anclas serias para que la espiralización no se verifique y pone como ejemplo de expectativas negativas no al dólar oficial, sino a la brecha que se crea con el valor del blue.
Ante tanto ruido y como el horno no estaba para bollos tras el descalabro cambiario que armó el propio Gobierno sobre todo el jueves, las autoridades decidieron tapar el baldón devaluacionista con otro anuncio, comunicando de modo sorpresivo el giro hacia algún grado de menor rigidez del cepo cambiario para las personas, el viernes bien temprano y antes de la apertura de los mercados, a través de dos de sus primeras espadas: Capitanich y Kicillof.
Más allá de los temores ciudadanos, la situación del desmanejo del día anterior ya había mostrado preocupantes derivaciones en la economía real, en simultáneo con la alocada escalada del dólar oficial: parálisis en el mercado turístico y en las concesionarias de autos, remarcaciones flagrantes aún a la vista del público en cadenas de electrodomésticos, suspensión de entregas ya pactadas, compras preventivas de la gente en los supermercados, etcétera.
En cuanto a los hechos prácticos, durante el anuncio Capitanich y Kicillof dejaron en evidencia que estaban corriendo detrás de los acontecimientos, ya que no pudieron dar explicaciones sobre cómo se iba a instrumentar la posible compra de dólares para atesorar y trasladaron las expectativas a este lunes.
En ese sentido, los observadores plantean que el método no es el mejor para satisfacer las expectativas de cuidar las reservas que tiene el Gobierno.
Al no haber trasvasamiento, el oferente de última instancia siempre será el Banco Central y será muy difícil evitar que quien compre en el oficial no venda en el blue. Parece mentira, pero en este punto, las autoridades confían en una solución de mercado, que si hay oferta en el paralelo el precio se desinfle casi al nivel del oficial más 20%, hoy 9,60 pesos.
Las expectativas es que apenas salga la reglamentación habrá aluvión de formularios y largas colas de gente queriendo comprar billetes verdes a este precio. Sin embargo, lo que está claro es que el nivel de reservas impedirá que haya dólares para todos, así que se están buscando pistas sobre el modo de evaluación que tendrá la AFIP para autorizar las compras, algo que se supone será vedado al conocimiento.

