Si la fe mueve montañas, la gente que vive en San Roque es la muestra real. Desde que levantaron el pueblo y hasta el día de hoy todo lo que tienen está ligado a la cuestión religiosa, incluso le atribuyen a un milagro de su Patrono la construcción de un barrio del IPV en ese lugar, donde la única obra pública es una escuela que tiene más de 40 años.

Doña Barbarita cuenta una promesa que es contada por todos en San Roque: Victoria era docente y directora de la escuela, cuando funcionaba en otro lugar llamado El Fuerte. Dicen que hizo una promesa: que si llegaba a la escuela en su moto desde la Ciudad con una luz y la virgencita de Luján, le construyeran un edificio nuevo. Logró su cometido y la escuela fue construida. Lleva un nombre con mucha mística en el lugar: Tomás Cruz, igual que la calle donde está ubicada, que es la principal de San Roque.

Cuando este hombre era niño su familia se lo dio a unos curas misioneros para que lo criaran. Se lo llevaron a Córdoba, donde terminó siendo cura y luego nombrado Monseñor. "Él era una persona muy buena que hizo mucho por San Roque, por eso hasta le hicieron un monolito de piedra donde vivía", cuenta Ramón Páez.

El abuelo de Ramón, Serafín Páez, fue quien trajo la imagen de San Roque al pueblo. "En esos días no se compraban los santos. Mi bisabuelo Serafín lo cambió por 150 kg de trigo a una familia Carrizo. Lo tuvo en su casa, y la gente iba a rezarle, hacerle promesas y los 16 de agosto -fecha del patrono- venían los curas y se hacían las procesiones. Cuando construyeron la capilla en el terreno donado por una familia Lucero, mi abuelo les donó la imagen que es el que está en la iglesia", cuenta Julio Páez.