Podrían citarse varios temas donde hubo cambios sin retorno, como la asistencia social a sectores desposeídos y el fervoroso sostén de los nuevos derechos para los trabajadores. Pero pocos áreas reflejan mejor el carácter irreversible de los cambios que el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer a participar en comicios con posibilidades ciertas de elegir y ser elegidas para cargos ejecutivos y legislativos y la equiparación de los derechos con los varones.
Fue una de las pocas conquistas promovidas por el primer gobierno peronista que no fue anulada después de 1955. María Eva Duarte tenía 24 años cuando conoció a Perón en un acto en el Luna Park en enero de 1944 y ya no lo abandonó hasta 1952, salvo la obligada separación por la detención del entonces coronel en la isla Martín García, que dio origen a la conocida reacción masiva y popular del 17 de octubre de 1945.
Eva se convirtió en la esposa de Perón apenas una semana después de la liberación y se mostró junto él en las giras proselitistas por interior para las elecciones del 24 de febrero de 1946 que darán a la fórmula Perón-Hortensio Quijano el 53% de los votos. Tres días después de los comicios, Eva Perón encabezó un acto público para agradecer a las mujeres el apoyo a Perón, pese a que no votaban, y exigió el reconocimiento del voto femenino. Uruguay lo había reconocido en 1927, Brasil en 1932, Chile en 1934 y Bolivia en 1938. Paraguay lo haría recién en 1961.
El proyecto, de sólo tres artículos, fue uno de los primeros del nuevo gobierno de 1946 en llegar al Congreso, pero sufrió dilaciones, que motivaron la intervención directa y personal de Evita y la queja de los legisladores por la intromisión. El Senado lo aprobó en agosto, pero Diputados un año después, recién el 9 de septiembre de 1947.
Perón firmó la promulgación de la norma durante un acto que encabezó junto a Eva desde el balcón de la Casa de Gobierno ante una multitud que llenaba la plaza de Mayo.
Con la ley quedó completado el circuito de derechos al sufragio que se había iniciado en 1912 con la Ley Sáenz Peña que proclamó el voto universal (en realidad, masculino), secreto y obligatorio.
En 1946 habían concurrido a votar 2.800.000 electores, en 1951 lo hicieron 7.600.000. El oficialismo recibió el respaldo de casi 1.500.000 en la primera fecha y 4.750.000 en la segunda. En esa primera elección con participación femenina fueron elegidas 23 diputadas nacionales, 6 senadoras y otras 80 legisladoras ocuparon bancas en las provincias.
El protagonismo femenino tuvo un segundo hito histórico con la sanción en 1991 del cupo femenino que obligó a los partidos a reservar una representación no inferior al 30 por ciento de la lista y llevó a la exigua presencia de mujeres, del 4% en ese año, al 13% en 1993, y tras algunos reajustes, al 30% en 2000. Actualmente ocupan 28 asientos (39%) en el Senado y 95 (37%) de Diputados.