La recesión económica que envolvía a EEUU, el conflicto de Medio Oriente expandido a Francia con el atentado a un tren, varios países de América latina conmovidos por el terrorismo estatal, las guerrillas internas y las salidas democráticas, mientras proliferaban los dictadores, y la mira de buena parte del mundo en el inminente Mundial de Fútbol de España fueron el trasfondo en el que se produjo el desembarco argentino en las Malvinas, el 2 de abril de 1982.
Sudamérica, entretanto, atravesaba el que probablemente haya sido el más duro período de dictaduras convivientes: al mismo tiempo que Leopoldo Galtieri en Argentina, gobernaban Augusto Pinochet en Chile; Alfredo Stroessner en Paraguay; Celso Torrelio Villa en Bolivia; Gregorio "Goyo" Álvarez en Uruguay; y Joao Figueiredo en Brasil.
Y las democracias de Perú y Colombia enfrentaban un momento todavía de fortaleza de las organizaciones guerrilleras: Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) jaqueaban al peruano Fernando Belaúnde Terry, mientras que las FARC, el M-19, el EPL y el ELN hacían lo propio con el colombiano Julio César Turbay, a punto de dejar la presidencia.
Por lo demás, al recién asumido Javier Pérez de Cuéllar como secretario general de la ONU le tocaba enfrentar una decisión de Israel que el mundo acaba de repudiar: la anexión de los Altos del Golán -aunque su Parlamento evitaba usar esa palabra-, declarada "nula y sin valor" por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la organización, en diciembre de 1981.
Estados Unidos enfrentaba el que para muchos fue su peor período de recesión después de la Segunda Guerra Mundial, generada en parte por su estricta política monetaria para controlar la inflación y en parte por la crisis energética que había disparado años antes Irán con la brutal suba en el precio del petróleo. Con todo, EEUU -presidido por el republicano Ronald Reagan- era todavía el mayor acreedor del mundo en ese incipiente 1982, aunque apenas tres años más tarde sería el mayor deudor.
En líneas generales, Europa experimentaba el avance del Sistema Monetario Europeo (SME), creado en 1979, que impulsó paridades entre distintas monedas de la por entonces Comunidad Económica. Hasta ahí, el resultado era satisfactorio, porque se había generado una zona de aceptable estabilidad cambiaria.
En el Reino Unido, la primera ministra Margaret Thatcher arrastraba en abril de 1982 cierta debilidad producto de la compleja situación económica, el desempleo, el desgaste natural de los años en el poder y el duro conflicto por las huelgas mineras. La guerra por Malvinas fue clave para conservar el poder.
Las dos Alemanias, en tanto, vivían de buenas noticias: la Occidental tenía una rápida recuperación económica con baja del déficit fiscal y de inflación, y la Democrática conseguía crecer al punto de lograr el nivel de producción per cápita más alto de la región.
Francia, mientras, vivía la presidencia de Francoise Mitterrand que el 2 de marzo promulgó la ley que dio paso a una amplia y profunda reforma descentralizadora de municipios, departamentos y regiones, que dejaron de ser entes tutelados por el Estado para ser "instituciones mayores, es decir, libres y responsables", según el texto.
Días después, el 29, el país se conmovía por un atentado al tren París-Toulouse, atribuido a la Organización de Lucha Armada Árabe, que marcó todo un cambio: ya no era un hecho de agentes internos ni contra intereses extranjeros en Francia.
Las confirmaciones vendrían en apenas meses, con otros hechos igualmente trágicos: el asesinato de un diplomático israelí, una explosión ante la sede de un diario sirio, otro estallido ante un banco israelí, y las bombas en dos restaurantes de París, en la estación de Saint Charles de Marsella y en el tren de alta velocidad (TGV) París-Marsella.
Rusia, mientras, ya consolidada como superpotencia, parecía ponerle fin a su etapa de crecimiento, después de las reformas radicales en su economía de la era pre-Leonid Brézhnev, quien moriría en noviembre del mismo 1982.
Marzo sería un mes agitado para América Central: el 7 se llevaron a cabo elecciones en Guatemala, que ganó Ángel Guevara Gutiérrez, aunque nunca llegó a asumir, porque el 23 hubo un golpe de Estado encabezado por Efraín Ríos Montt, quien se revelaría como un dictador sanguinario apenas un mes después: el 29 de abril militares torturaron y asesinaron a los 57 habitantes de la aldea Los Josefinos.
Buena parte de la atención de ese abril se la llevó la recuperación de las Malvinas por parte de Argentina. Pero ya en plena guerra una noticia sacudió al mundo, al menos al católico: casi un año después de ser baleado por el turco Alí Agca, Juan Pablo II esquivó el que sería un nuevo intento por matarlo, esta vez en Fátima, Portugal. El atacante era un sacerdote español ultraconservador que acusaba de comunista al Pontífice de origen polaco.
Después, como cada cuatro años, buena parte de la atención del mundo -y al menos de buena parte de la Argentina- se trasladó a España, donde el 13 de junio se inauguró el Mundial de Fútbol con un partido en el que justamente le tocó jugar a Argentina. Fue derrota 0-1 ante Bélgica. Al día siguiente la guerra en el Atlántico Sur terminó con la capitulación nacional: en el mundo había una guerra menos.
Héroes y represores
Numerosos militares que intervinieron en la guerra fueron después reclamados por la justicia por delitos de lesa humanidad vinculados al terrorismo de Estado, como el gobernador de las islas durante el control argentino, Mario Benjamín Menéndez, y los tenientes Antonio Pernías y Alfredo Astiz, entre otros.