La larga calle 3, a la altura de 23 y 24, en 25 de Mayo, está llena de eucaliptos, sauces y pimientos. Las viejas casas de adobe están todas hacia el costado Norte de la calle y una gran vereda sirve de patio de juegos a los más de 150 niños que hay en la villa. La vieja Villa El Tango, en 25 de Mayo, tiene 60 años de existencia y recién en el 2000 comenzaron a cambiar las adversas condiciones de vida que sufrían las 560 personas que la habitan.
"Siempre hemos estado olvidados de todo el mundo, pero nuestra característica es la de seguir adelante, luchando por conseguir lo que merecemos", dijo Antonio Carrizo, uno de los más antiguos pobladores del lugar que debe su nombre a la música que tocaba una de las primeras familias que fundó el pueblo.
A fines de los años ’40, la gran cantidad de fincas con parrales es lo que hizo que se formara el asentamiento habitacional. Uno de los primeros ranchos que levantaron fue el de los hermanos Joaquín, Santos y Valentina Reinoso, que venían desde el Pie de Palo. Ellos fueron los que, con sus guitarras y tangos, amenizaron las primeras fiestas familiares que hicieron en el pueblo. Por esta costumbre es que se hicieron famosas las pistas de baile a las que llegaban las más importantes orquestas típicas de la región cuyana.
Pero apenas pasadas 3 décadas, la uva de mesa comenzó a desaparecer y ese fue el primer gran golpe. Allí el poder económico de las 100 familias empezó a disminuir rápidamente. De todos modos la gente siguió adelante, esperanzados en su fe en Dios, y golpearon cuanta puerta pudieron. Recién hace casi 10 años, la instalación de diferimientos impositivos les devolvió la ilusión y el trabajo digno a los vecinos. Dejaron de hacer changas en otros departamentos y sus jóvenes no emigraron más a San Luis o la Rioja, en busca de mejores horizontes.

