Buenos Aires, 30 de mayo.- No llegó a pasar más de una hora entre el primer contacto que el piloto Leandro Larriera tuvo con el aeropuerto de Carmelo (llamó desde San Fernando para ver cómo estaban las condiciones meteorológicas) y el último.

Minutos antes del accidente, el piloto del LV-CNT se comunicó con la controladora que estaba de turno en la terminal aérea para corroborar cómo estaban las condiciones meteorológicas para poder realizar el aterrizaje.

La operadora le transmitió que no había claros debido a la densa niebla que cubría todo el radio de la terminal aeroportuaria. La base de Carmelo es un "aeropuerto visual" ya que no cuenta con radares que sirvan de apoyo para bajar a pista.

Las condiciones para el descenso eran complicadas. Sin embrago, Larriera (piloto con más de 15 mil horas de vuelo y que conocía bien la ruta) habría intentado aterrizar. "Si llego a encontrar algún hueco me mando", fueron las últimas palabras que le manifestó el piloto a la torre de control, según señalaron fuentes aeronáuticas al diario Clarín.

Lo que ocurrió luego ya lo sabemos. Sin embargo, aún no están claras las causas del accidente. El matutino plantea la hipótesis de que la experiencia le habría jugado una mala pasada a Larriera.

La investigación que inició la jueza uruguaya María Facal trata de determinar los motivos que provocaron la caída de la nave. Para llegar a eso, la magistrada ordenó una serie de pericias sobre el avión, que todavía está en el agua, y tomó declaración a personal aeronáutico que estaba ese día en la base de Carmelo.

Además, según señaló la fiscal del caso Alicia Ghione al diario El Observador, en los próximos días se interrogará a testigos cercanos a Larriera. Ya declaró en dos oportunidades su primo, Carlos Lupiañez, también piloto, y la semana próxima lo hará su madre, también aviadora. Ghione agregó que también será citado a declarar el propietario del avión, el empresario textil Federico Bonomi.