Víctor Schillaci, uno de los tres recapturados tras la fuga de la Unidad Penal N° 30 de General Alvear, es el del medio de tres hermanos. Menos impulsivo que Marcelo (el mayor) y más temperamental que el menor (Franco), se encargaba de la comercialización de aceites y motos desde el taller mecánico que los tres compartían como negocio familiar en la calle 24, entre 138 y 139 de la localidad de Berazategui.

‘Morocho, flaco y de cara alargada’ es solo la descripción física que hacen Emilia Delfino y Rodrigo Alegre en el libro ‘La Ejecución’, sobre una figura clave del entramado del tráfico de efedrina y del triple crimen de General Rodríguez. No obstante, los testimonios de quienes lo conocían y que declararon en el juicio por los asesinatos de Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón, dieron detalles tenebrosos de su personalidad.

A Víctor Schillaci no le gustan las vueltas ni las excusas. Menos impulsivo que su hermano Marcelo, él prefiere ir a lo práctico. Todos los asuntos empañados que caían en sus manos y lo fastidiaban eran solucionados con armas, amenazas y hostigamiento. Junto a Marcelo -el mayor, de tatuajes gastados, jeans lavados con rastros de aceite y grasa- vendían autos de carrera y competición que iban arreglando. De ahí que conocen a los hermanos Lanatta (Cristian y Martín), quienes también tenían un taller.

Roberto Pinchetti era uno de los clientes de Víctor y Marcelo. Su testimonio ante la Justicia fue clave para que el tribunal entendiera el perfil psicológico de los Schillaci. Este hombre deseaba intensamente comprarles a ellos un auto de carrera TC biplaza, cotizado en $30 mil. Para eso, había acordado con Marcelo que le adelantaría $5 mil y luego le pagaría el resto. Al principio todo perfecto. Con el paso de los días, Marcelo cambió de opinión y empezó a presionarlo con el pago total del auto lo que generó un clima de tensión entre ellos.

El miércoles 18 de octubre de 2006, Pinchetti fue al taller de Schillaci con la intención de pagarle $10 mil por el auto. No obstante, ese supuesto gesto apaciguador, enojó aún más a Marcelo quien mediante señas ordenó a las demás personas que estaban en el taller a hacer lo suyo. Estos hombres se acercaron a Pinchetti , lo acorralaron y lo golpearon adentro de un cuartito. ‘¡Vas a traer la guita o despedite de tu familia’, le advirtió mientras le mostraba fotos de sus hijos.

Martín Lanatta usaba el ‘vas a terminar en una zanja’. Los Schillaci prefieren el ‘despedite’. Mediante el temor y las torturas creían conseguir respeto. ‘Víctor intentaba calmarme con que no haga la denuncia y me amenazaba con mi hijo de 13 años y Marcelo me avanzaba diciendo que no tenía miedo de ir a la cárcel’, declaró Pinchetti en la Justicia federal de Quilmes sobre el caso del auto.

‘Víctor había amenazado con dañar a mi hijo, a mis padres, luego a mi novia y me había mostrado una importante cantidad de armas de grueso calibre y ametralladoras que tenía en el baúl’, relató en el juzgado de Quilmes donde se investigaba a los hermanos por secuestro extorsivo. Ambos compartían asados con los hermanos Lanatta donde arrancaron los negocios para el tráfico de la efedrina.

Se trata de apenas unos trazos que, en el libro de Alegre y Delfino, demuestran un hombre dispuesto a todo y sin demasiados complejos para la violencia.