La batalla de la Vuelta de Obligado tiene entre sus causas una que es estrictamente comercial. Para principios de la década de 1840 tanto Inglaterra como Francia, se habían transformado en dos potencias con un importante desarrollo industrial, sus fábricas producían infinidad de productos que había que vender en las mejores condiciones posibles a lo largo y a lo ancho del planeta. Asunción del Paraguay resultó ser un destino por demás interesante para estas mercaderías. El problema es que Juan Manuel de Rosas el gobernador de Buenos Aires exigía, y no con falta de razones, el pago de ciertos impuestos para permitir la navegabilidad de los ríos que estaban bajo su jurisdicción. Obviamente esto no convenía a los anglofranceses que decidieron emplear la fuerza para lograr sus objetivos. Para ello enviaron 22 barcos de guerra encargados de escoltar 92 mercantes, con la idea de primero remontar el Río de la Plata, para después navegar por el Paraná, hasta Asunción donde se vendería toda la carga de los buques mercantes.

Rosas decidió oponerse a esta estrategia, no con la pretensión de derrotar a tan poderosa flota, sino con el objetivo de infligirle la mayor cantidad de pérdidas a fin de que la operación comercial se malograse. Si lograba hundir o al menos averiar algunos navíos, las ganancias ya no serían tan redituables. Para ello ordenó establecer un grupo de baterías en un recodo del Paraná, lugar donde la navegación era muy complicada, ya que el ancho del río era sólo de 700 metros. Se encomendó a Lucio Mansilla la defensa del lugar, para lo cual construyó un conjunto de baterías equipadas con un total de 30 cañones la mayoría de ellos de poco calibre. La flota anglofrancesa estaba equipada con 418 cañones de los más modernos y también con cohetes Congreve, que eran el último grito de la moda en material bélico. Cuando la flota llegó al recodo o vuelta de Obligado, se vio en la necesidad de disminuir su velocidad y entonces comenzaron a hacerse escuchar los cañones criollos. Pero el combate fue siempre desigual y al cabo de algunas horas la artillería enemiga consiguió silenciarlos, entonces un destacamento de infantes de marina francés logró desembarcar en las costas del Paraná, que inmediatamente fue atacado por la caballería de Mansilla, obligándolos a reembarcarse. De todas maneras, y como se preveía los navíos lograron avanzar pero a costa de importantes pérdidas, no pudiéndose obtener entonces las ganancias esperadas. Esta situación llevó a que meses después Inglaterra y Francia se avinieran a firmar tratados con Rosas donde se fijaban normas de navegabilidad de los grandes ríos argentinos, acorde con los intereses y derechos de ambas partes.

La batalla de la Vuelta de Obligado fue presentada a la población francesa como una extraordinaria victoria de su flota a tal punto que se decidió conmemorarla nombrando una calle en su honor, para ello la calle Pelouse de l’Etoile que se encontraba al Oeste del monumental Arco del Triunfo se la rebautizó con el nombre de Obligado. Con ello se perseguía el objetivo de convencer a los franceses que su país lograría conquistar vastos territorios y formar con ellos un gran imperio colonial, si se había logrado vencer en un territorio tan lejano y salvaje, nuevas victorias vendrían. Lo que fue una realidad, luego de la batalla de Obligado Francia conquistaría para sí una gran parte del África y extensas regiones del continente asiático.

Un siglo después numerosos cambios se produjeron, en 1945 concluyó la Segunda Guerra Mundial y si bien Francia se encontraba en el bando de los vencedores, el país había sufrido enormes pérdidas. Gran parte de la infraestructura urbana e industrial había sido destruida y muchos franceses pasaban hambre. Es en este marco, más precisamente en 1947, que Eva Duarte de Perón, para entonces la Primera Dama de Argentina, realiza su célebre viaje por Europa que como no podía ser de otra manera incluyó Francia y París. Y Argentina significaba para los franceses, trigo, carne, maíz, comida para tanto hambriento, por lo que Evita fue recibida con los brazos abiertos, y apenas verla, Georges Bidault, el ministro de relaciones extranjeras exclamo: "Que joven y linda es". ¿Qué hacer entonces con la rue Obligado? A la que se había sumado una estación de subterráneo que estaba justo en una esquina de la calle y que también se llamaba Obligado. Muy simple antes de la llegada de Evita fueron rebautizadas las dos con el nombre de Argentina y así se llaman todavía, Metro Argentine y rue Argentine. ¡Lo que puede el hambre¡

Esta vez el cambio de nombres también fue premonitorio, porque a partir de esa fecha comenzaron las largas luchas de los pueblos colonizados que uno a uno y después de cruentos sacrificios fueron adquiriendo su independencia. En algunos casos Francia actuó muy torpemente y se vio envuelta en diversas guerras coloniales, en Viet Nam y en Argelia cosechó amargas derrotas, para entonces ya no había una calle Obligado que conmemorase futuras conquistas coloniales. Todo eso ahora forma parte del pasado, en la actualidad al menos en teoría, rige el principio del respeto mutuo entre los estados, y el recuerdo de la estación de subterráneo y calle Argentina trae otras referencias, porque se encuentran ubicados como una bisagra entre los distritos XVI y XVII los más ricos de la ciudad de París. Unas pocas cuadras al oeste se encuentra la comuna o intendencia de Neuilly donde vive gente todavía más rica, y allí no es difícil encontrar departamentos de 600 metros cuadrados, que como Usted podrá imaginarse son carísimos, pero cuyo precio empalidece cuando uno se entera lo que valen los cuadros, mobiliario y demás objetos que esos departamentos guardan entre sus paredes. Es en Neuilly donde comenzó su carrera política Nicolás Sarkozy el actual presidente de Francia, desde 1983 al 2002 fue intendente de la comuna, allí conoció a Cecilia Ciganer quien fue su primer amor. Seguramente se deben haber paseado por la rue Argentine, porque es un lugar encantador.