La recuperación, posiblemente milagrosa, de una niña tucumana por intersección de Fray Mamerto Esquiú es objeto de una investigación y en caso de que se confirme podría elevar al catamarqueño a beato.
Por lo pronto, el proceso canónico que puede conducir a la beatificación de Esquiú ya se puso en marcha en Tucumán donde un tribunal eclesiástico encabezado por el arzobispo local, Carlos Sánchez, estudiará una curación inexplicable para la ciencia ocurrida en la provincia.
Esa curación que aparece como milagrosa -requisito para la beatificación- se mantuvo en secreto varios años para no despertar expectativas, pero tras obtener las pruebas médicas se determinó que podía ser incorporado a la causa de beatificación.
La Iglesia de Tucumán nombró y tomó juramento y al tribunal que estudiará el caso y determinará si se trató de un milagro. El tribunal tendrá la misión de investigar el presunto milagro, revisar las pruebas y tomar testimonio a los testigos que estuvieron en contacto con la persona que recibió la gracia.
La mayoría de los testigos son médicos y enfermeros, y el perito médico designado es un profesional de la especialidad que goza de prestigio, en tanto que los notarios serán los encargados de transcribir todo lo que suceda como parte de la investigación.
En caso de que se compruebe la existencia de una gracia, las conclusiones serán revisadas por un experto del hospital Pirovano de Buenos Aires. A la vez que otros dos médicos analizarán el estado de salud de la persona que recibió la gracia. Solo entonces se pondrán todas las pruebas y las conclusiones firmadas por los distintos profesionales, que un emisario llevará personalmente a la Congregación para las Causas de los Santos. Allí comenzará otro proceso de revisión médica hasta llegar a un equipo de teólogos y después de cardenales que lo enviarán al Papa para el veredicto final, publicó La Gaceta.
Este es el tercer caso que se produce en Tucumán, después del intercedido por la venerable madre Camila Rolón, fundadora de las Hermanas Josefinas, el año pasado; y del que llevó a la beatificación de la madre Catalina de María Rodríguez, fundadora de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús.
Esquiú murió el 10 de enero de 1883 en El Suncho, Catamarca y sus restos descansan en la catedral de Córdoba, a excepción de su corazón que, incorrupto, estaba guardado en una urna en el convento franciscano de Catamarca. Pero esa reliquia, que ya habían sustraído en 1990, está perdida desde enero de 2008, cuando un joven lo robó y lo tiró a un cesto de residuos de la ciudad, según declaró al detenerlo.
Fraile desde la cuna por una promesa
Fray Mamerto Esquiú nació el 11 de mayo de 1826 en la localidad de la Callesita (Dto. Piedra Blanca) en la provincia de Catamarca, hijo de Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por España al Río de la Plata que combatió en el alto Perú hasta ser hecho prisionero por los patriotas. Su madre María de las Nieves Medina, criolla catamarqueña, le impuso el nombre de Mamerto de la Ascensión, en homenaje al día en que nació: San Mamerto y el misterio de la Ascensión del Señor, que ese año había caído el mismo día.
Desde los cinco años comenzó a usar, por intermedio de su madre, el hábito franciscano que no lo abandonó en toda su vida, como promesa de su delicado estado de salud. Ingresó al noviciado del convento franciscano catamarqueño el 31 de mayo de 1836 y al cumplir 17 años se ordenó sacerdote celebrando su primera Misa el 15 de mayo de 1849. Se dedicó fervientemente a la educación siendo maestro de niños y catedrático en el convento.
Luego de la cruenta guerra civil, el 9 de julio de 1853 predicó su famoso Sermón Constitucionalista (Laetamur de Gloria Vestra), con motivo de la jura de la Constitución Nacional, donde pidió concordia y unión para los argentinos, alcanzando trascendencia nacional.