A Marcos Peña se lo nota aliviado, en su escenografía habitual de los últimos cuatro años: el cuadro oficial de Mauricio Macri colgado en una pared, la ventana siempre abierta que da sobre la Avenida Leandro N. Alem y las golosinas alineadas en un estante frente a la mesa de madera que utilizó para trabajar al lado del presidente. “Tome cerca de 150.000 decisiones en 1460 días como jefe de Gabinete”, dijo al cuantificar sus días en el primer piso de Balcarce 50. Y remató; “la gestión me dejó cicatrices, pero agradezco estos años que pasé con Macri. Fue una experiencia valiosa e inolvidable”.
Peña siempre fue cauto en sus opiniones y a escasos días de abandonar la Casa Rosada, ha extremado la cautela. Es diplomático cuando refiere a la tensión interna que protagonizó con Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, y sólo sonríe con cierta resignación cuando se le pregunta sobre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. “Que les vaya bien”, suelta como una letanía, con los ojos fríos y sin parpadear.
En una hora de entrevista, Peña tomó agua mineral, respondió a todos las preguntas y mostró su constante preocupación por la agenda global y el inestable equilibrio social que cruza Oriente y Occidente. “El mundo está en movimiento y no hay manera de predecir los cambios. Nosotros llegamos al gobierno con un mundo que ya no existe, que ya es otro”, consideró el jefe de Gabinete con una pizca de melancolía.
— ¿Qué cree que hicieron bien y que cosas piensa que hicieron mal?
— Creo que como balance, la parte positiva, fue una muy fuerte consistencia con nuestro mandato de cambio, con la intención de transformar, con la intención de transformar la cultura del poder, transformar la realidad social y económica de nuestro país. De no pasar de largo en el poder, sino realmente tomar una actitud reformista, de modernización, de cambio. Y creo que en ese concepto se lograron muchísimas cosas.
— ¿Y en el debe…?
-Claramente en el debe están los resultados económicos para el día a día de los argentinos.
— ¿Si corre lo que pueden haber sido efectos externos, tanto locales como internacionales, la inundación o la guerra del aluminio y el acero entre Estados Unidos y China, cuáles fueron los errores propios del gobierno, en qué se equivocaron?
— Yo iría a algo más amplio, cuál fue el desafío que enfrentamos ¿no? Salir de un populismo económico que había dejada quebrada a la Argentina en todas sus variables centrales, en energía, sin reservas, sin crédito, con muchísimos problemas incubados sin resolver, en minoría parlamentaria, sosteniendo el nivel de salario real que había, sostenido artificialmente en ese momento, a fin del 2015, era una enorme dificultad. Encarando además problemas que venían de muchas décadas. Y creo que en ese diagnóstico está parte de la dificultad. La necesidad de generar expectativas generó decepción también después. Porque probablemente cuando uno mira para atrás, igual todavía hay un proceso que hacer de aprendizaje, de mirar, hubo un descalce muchas veces entre la promesa y el resultado que fue horadando la credibilidad del programa económico y de la propuesta a la sociedad.
— Usted le echa la culpa al populismo, ustedes no son populistas. Y la inflación creció, la pobreza creció, la desocupación creció. Y gobernaban ustedes, no una ideología populista. Es decir, algún nivel de responsabilidad tienen que tener…
— No le echo la culpa a nadie. No creo que sea un análisis valioso el echar culpas. Creo que la Argentina tiene un problema estructural hace mucho tiempo, lo que hay que tratar de ver es cuál es la naturaleza del problema para ver cómo se encara. La Argentina viene de 60, 70 años de inflación alta, de desempleo estructural, de falta de competitividad internacional, de un montón de problemas que nosotros en todo caso no tuvimos éxito en resolver. No creo que sea lo mismo que plantear que los inventamos. Creo que nadie puede pensar que los inventamos.
—Ahí dio una clave. ¿Por qué no tuvieron éxito?
— Me parece que probablemente se subestimó la resistencia al cambio y se sobreestimaron los posibles consensos que había respecto a las soluciones que había que tener. Y eso, gobernando en minoría, generó un montón de problemas, un montón de dificultades. Entonces, cuando vos tenés esta situación y prometes resultados como si esto no existiera tenés el riesgo que empezás a fallar en esos pronósticos. Entonces creo que eso nos llevó a que, en el segundo tramo del gobierno, donde cambió el contexto internacional, no solo para lo económico en general, se hiciera la tormenta perfecta de quedarnos sin el crédito. El crédito que era el necesario para ese puente de normalización a un costo social lo más bajo posible.

