Se puede hacer Patria con un llamado a cabildo abierto, pero también con la construcción comunitaria de un cine infantil. Se puede hacer Patria instituyendo una novedosa forma de gobierno propio, pero también uniendo creatividades para promocionar su esfuerzo al turismo. La historia lo demuestra: para la Patria, hace falta patriecitas. Pedacitos de tierra, puñados de gente que luche, lugares donde cada habitante crea que el destino no es sinónimo de azar. Ese embaldosado de pueblos, de identidades fuertes, es lo que DIARIO DE CUYO rescata y reedita para sus lectores en este día fundamental, en que la Patria, la grande, cumple sus primeros 200 años.
Durante casi media década, la sección San Juan de este diario ofreció un espacio fijo, que se consolidó ante el público como un espejo que acortaba distancias: Pueblos. Nació y vivió con ese nombre, en el diseño fue identificado con una foto en la que la ruta 40 se perdía en el horizonte (toda una representación del mirar más allá) y enhebró, uno a uno, más de medio centenar de pequeñas y medianas localidades, algunas reconocidas, otras sin siquiera un lugar en la cartografía oficial.
Sus historias vuelven a aparecer en este suplemento tal como fueron publicadas cada una en su momento. Desde entonces, seguramente hubo modificaciones, cifras que cambiaron, protagonistas que ya no están. Pero la esencia de comunidad, aún con el tiempo en el medio, sigue intacta en todos los pueblos reflejados.
La tarea periodística no fue sencilla: en muchos casos hubo que viajar sin mayores referencias que el nombre del departamento y la descripción esquiva de algún paisaje. Pueblo tras pueblo, las salidas fueron hechas en siete movilidades distintas; hubo que cruzar ríos bajos, patinar en barrizales, comer tierra en caminos apenas trazados y andar mucho en círculo para dar con el sitio buscado. Y fueron varios los periodistas que salieron a recorrer los rincones de la provincia y cuyas notas son reproducidas en este suplemento: algunos ya no pertenecen a la Redacción (Atahualpa Acosta y José Castro) y otros se desempeñan actualmente en el diario (Mónica Martín, Gustavo Martínez, Alejandra Gari y Diego Castillo).
Pueblos, la subsección, empezó a tener ribetes de clásico conforme avanzaba la primera década del milenio. Sus propios habitantes eran quienes, desde la narración de su cotidianeidad y sus recuerdos, construían una radiografía cruda y fiel de los rincones sanjuaninos. Trazaban así el otro mapa, no el que se estudia en la escuela, sino el mapa vivo, el de piel y sudor, que avanzaba en la historia muchas veces con más voluntad que recursos.
Se aprendió así que hay hilos invisibles que unen a estos pueblos, como la solidaridad autoimpuesta en Las Chacras y en Astica; las redes comunitarias de Gran China o Colonia Fernández; la conciencia del pasado que profesaban en Colangüil, Tres Esquinas o El Médano; las comunidades que reconocían en el medio productivo su razón de ser, como La Capilla, La Chigua, El Chilote o Los Bretes; la única familia de Ampacama que se resistía a abandonar su lugar y los esfuerzos de La Ciénaga para retener a sus hijos y nietos.
Cada pueblo se contaba a sí mismo a su manera. Pero la mayoría repetía rasgos, apoyados en la supervivencia de viejas formas agrarias, de viviendas previas al terremoto de 1944, y en el recurrente anhelo de la vuelta del tren a sus pagos.
Con este suplemento de colección, DIARIO DE CUYO intenta traer a la actualidad aquellas páginas de forma inalterable, como nacieron. Y hacer su aporte para que no se pierda la conciencia de que cada pueblo es un latido, y que juntos, en el Bicentenario, le dan ritmo al corazón de la Patria.
