Cuando el sol empieza a calentar fuerte, el color dorado invade los surcos de Tres Esquinas, en Sarmiento. El esfuerzo de todo un año empieza a ver la luz. Es que con la llegada del verano empieza la época de los melones, el tesoro más preciado del lugar porque la mayoría de los pobladores subsisten gracias a su cultivo. Tan importante es el fruto que todos los años hacen una fiesta en su honor. El pueblo entero se reúne para participar de la Fiesta Provincial del Melón durante el primer fin de semana de marzo en el club Juventud Unida de Tres Esquinas, la otra pasión de los lugareños.

En Tres Esquinas abundan los puestos callejeros de venta de melones. En ese escenario se mezclan niños que van a la escuela y cosechadoras con pañuelos en la cabeza. Ranchitos con antenas de televisión satelital y construcciones nuevas. El club, con las viejas paredes de block pintadas de rojo y blanco, y la imponente bodega que está a unos metros de la ruta 40.

Vivir de los melones no es fácil, pero los habitantes dicen que no quieren hacer otra cosa. Las granizadas, las lluvias y las inundaciones son una constante en el lugar. Y cuando esto pasa, hasta las casas quedan destruidas.

El pueblo se llama así porque en la zona más poblada confluían dos calles que formaban 3 esquinas, porque una se cortaba. Hoy, en el lugar hay 4 esquinas, porque la calle se prolongó. En esta especie de corazón, durante décadas hubo dos bares que a su vez funcionaban como almacenes y proveían a toda la zona. Hoy sólo queda un almacén.

Al lado está la capilla del pueblo, que funciona en lo que fue una casa de familia. El templo se montó en el comedor del caserón. Allí reside otro de los tesoros de los pobladores: la imagen de la Virgen de la Paz.