Sobre la turba húmeda de Pradera del Ganso, en la helada tarde del viernes 28 de mayo de 1982, cayó dando batalla. Un tiro certero de los comandos británicos lo encontró sin refugiarse en la trinchera, venciendo sus miedos, cumpliendo con su misión de reabastecer el armamento de sus compañeros.

 

"Olvídenese de la munición, yo me encargo", gritó en medio del ensordecedor combate. Y no le importó el avance inglés ni la fatal ofensiva enemiga sobre su posición. Mario Ramón Luna no retrocedió ni un solo paso hasta que lo alcanzó la muerte.

 

Tenía 18 años, había nacido en el paraje Pozo del Castaño, Santiago del Estero, y durante sus 36 días en Malvinas mantuvo intacta la ilusión de regresar al continente para contarle a su abuela Isabel cómo eran esas lejanas islas que solo había visto en algún mapa cuando pudo cursar los primeros años de la escuela primaria.

 

La breve vida de Mario Ramón no fue fácil. Lo que ocurrió después de su muerte, tampoco.

 

Esther Luna lo parió el 10 de julio de 1963 sin que el padre quisiera hacerse cargo del niño, sola en el ranchito donde vivía con su familia, allí en el campo donde criaban animales y se ocupaban del forraje. La abuela Isabel se ocupó de criar a Mario Ramón y al otro niño que su hija trajo al mundo como madre soltera.

 

 

La identificación de Luna pone luz sobre una historia de misterio y errores sobre algunas tumbas en Darwin que durante años fueron ignorados. 

 

Cuando en febrero de 1983 el coronel Cardozo culminó con la difícil tarea de recoger los cuerpos de los caídos argentinos de los campos de batalla para darles sepultura en Darwin, Luna no había sido identificado. Fue enterrado enterrado como un "Soldado Argentino Solo Conocido por Dios". Pero luego algo cambió.

 

"El 1 de octubre de 1999 viajé por primera vez a las islas -relata su hermano Ricardo aInfobae-. Viajé con mucha ilusión porque uno de sus compañeros de apellido Díaz me había dicho que iba a encontrarlo en el cementerio porque había sido uno de los primeros caídos".

 

Cuando Ricardo llegó a Darwin, caminó entre las 230 cruces blancas buscando con desesperación el nombre de su hermano. Y no lo halló.

 

"Recorrí el cementerio y no estaba, había muchas cruces que decían Soldado Argentino Solo Conocido por Dios. Sentí una tristeza enorme. Tenía que estar, Díaz me había dicho que él lo había puesto en la bolsa mortuoria, pero su nombre no figuraba", se angustia al recordar.

 

Eligió entonces una tumba cualquiera y allí dejó la placa que había llevado para honrarlo. Nunca más volvió a las islas.

 

 

Cinco años después el nombre de Mario Luna apareció inexplicablemente en la tumba C.1.10. Fue en 2004 cuando la Comisión de Familiares realizó la reforma del cementerio de Darwin, donde se cambiaron las cruces y placas  y se inauguró el enorme cenotafio con los nombres de los 649 caídos.

 

En 1983, cuando Cardozo enterró con honores a los muertos argentinos durante la guerra, la sencilla cruz  C.1.10 decía: "Cuatro soldados argentinos solo conocidos por Dios incluyendo al 1er Alférez Julio Ricardo Sánchez- 10.487.666".