María Crescencia Pérez, una religiosa argentina de principios del siglo pasado que se destacó por su fuerte entrega y dedicación hacia personas que padecían enfermedades, será beatificada el 17 de noviembre en la ciudad bonaerense de Pergamino.

La monja argentina a quien se le atribuye la inexplicable curación de una hepatitis aguda fulminante que padecía María Sara Pane, una mujer que además padecía diabetes, será nombrada Beata por el Vaticano. De esta manera María Crescencia Pérez, a quien llamaban ‘la santita’ por su extrema bondad, se suma a otros siete beatos argentinos y al único santo que hasta ahora tiene el país: San Héctor Valdivielso Sáez.

María Crescencia, pertenecía a la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto y había nacido en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 17 de agosto de 1897. La joven era hija de inmigrantes españoles y pasó su adolescencia en Pergamino, en un clima de profunda fe religiosa, dedicándose al estudio y al trabajo en el campo.

Recién en 1915 María Crescencia, ingresó en el noviciado de Buenos Aires de las Hijas de María Santísima del Huerto, que la habían educado. Allí su primera misión fue dedicarse a los niños como maestra y luego cuidando a los enfermos.

‘La santita’ estuvo tres años junto con niños tuberculosos internados en un sanatorio de Mar del Plata, pero como se enfermó de pulmonía, en busca de un clima más recomendable fue enviada a Vallenar, Chile, donde algunas hermanas prestaban servicio en el hospital local.

María Crescencia, murió el 20 de mayo de 1932, a los 35 años, en Chile. Reflejo de la devoción popular, los habitantes de Vallenar impidieron que se llevaran su cuerpo. Por eso quedó allí 35 años, hasta que en 1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta conservación su cuerpo. Toda la ciudad de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular. Por ese motivo realizan de nuevo el velatorio y luego llevan los restos de ‘la santita’ a Quillota donde descansó 17 años. En la actualidad sus restos se encuentran en la Capilla del Colegio del Huerto, en Pergamino. La causa de canonización comenzó en 1986, en la diócesis de San Nicolás de los Arroyos. Completada su fase diocesana, en el Vaticano fue declarada primero ‘sierva de Dios‘ y luego ‘venerable‘.