Alberto Fernández se comunica con Francisco a través de sus mails personales o por línea directa a Santa Marta. El Presidente y el Papa son amigos, y comparten la mirada respecto al capitalismo y su influencia en las diferencias económicas que se observan alrededor del mundo.
Esa comunión de ideas fue clave al momento de diseñar la estrategia para negociar con los bonistas de Wall Street, y así lo reconoció Alberto Fernández en la comunicación que mantuvo con Francisco a pocas horas de anunciarse la reestructuración de la deuda por más de 60.000 millones de dólares.
Alberto Fernández estaba en Olivos y Francisco en Santa Marta. La llamada duró cerca de quince minutos. Y ademas del agradecimiento presidencial, se analizó la situación de la Argentina y la agenda global.
Sin la participación del Papa, el apoyo de la Unión Europea a la Argentina no hubiera sido tan fuerte al momento de abrir la negociación con los fondos de inversión.
El primer movimiento para iniciar las negociaciones con los acreedores privados sucedió durante una conversación reservada que mantuvieron Alberto Fernández y Francisco a fines de 2019. El Presidente pidió referencias al Papa sobre Martín Guzmán, y los comentarios desde Santa Marta fueron determinantes para que el discípulo de Joseph Stiglitz jurara como ministro de Economía.
El respaldo de Francisco a Guzmán también fue clave en la relación personal y política que ató con Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Antes de suceder a Christine Lagarde, por pedido de Alberto Fernández, la futura directora gerente recibió en Washington a Guzmán, que aún residía en Nueva York y daba clases en Columbia.
Georgieva no podía recibir a Guzmán por cuestiones protocolares, y no sólo cedió por la insistencia del Presidente: antes marcó los números de Santa Marta, y le preguntó al Papa. Francisco habló maravillas de Alberto Fernández y elogió al actual ministro de Economía.
Desde la cita reservada en DC, Georgieva y Guzmán se tienen respeto mutuo. Al punto que ella pidió el celular presidencial, y Guzmán no dudó en pasar ese contacto que es casi un secreto de Estado. Con ese número, la directora gerente chateó con Alberto Fernández y lo felicitó por el acuerdo con los fondos de inversión.
Pero Francisco no sólo actuó como garante de Alberto Fernández y Guzmán. En cada diálogo con jefes de Estado, el Papa abogó por Argentina y solicitó la colaboración institucional en medio de la negociación con los bonistas, que hacían lobby en Washington para ablandar al Presidente y su ministro de Economía.
En este contexto, y para que no quedaran dudas del compromiso de Francisco, aún recuerdan en Olivos el seminario que organizó para tratar la crisis de la deuda externa y su impacto en la economía del siglo XXI. Fue en esa oportunidad que Georgieva y Guzmán cenaron en Roma y bosquejaron una hoja de ruta que iniciaba con los acreedores privados y ahora continuará con el FMI.
Alberto Fernández y Francisco tienen una relación que va más allá de sus diferencias respecto al aborto. Cada uno juega su juego, y siempre tratarán de evitar los enfrentamientos en público. El peronismo y la Iglesia han tenido diferencias históricas, y su resultado final fue un ejercicio inútil de sangre y lágrimas.
Sin embargo, el Presidente y el Papa saben que habrá una época de distanciamiento formal, aplacado por algún mail que partirá de noche desde Santa Marta u Olivos. Son expertos en el manejo del poder, y un combate ideológico de coyuntura -la aprobación del aborto- no abrirá una zanja infranqueable entre ellos.
Alberto Fernández ahora inicia una negociación compleja con el FMI, avanza contra Trump en el BID y especula con los resultados electorales en Estados Unidos. Esta agenda geopolítica se puede apalancar en la influencia de Francisco: pocos lo saben alrededor del mundo, pero el Santo Padre siempre estará agradecido al candidato demócrata Joe Biden, que hizo su aporte silencioso en el Cónclave que lo marcó para siempre.
En 2022, un año sin elecciones, es posible que el Papa llegue a la Argentina. Le prometió la visita al Presidente, que trata de no ilusionarse. Francisco extraña el ruido de Buenos Aires, y se siente cómodo con Alberto Fernández. Un condición que no tenía en los gobiernos anteriores, peronistas o no.