"Me hizo un hombre de golpe. Cuando me explicaba las materias, me hacía caricias en la entrepierna, me hablaba al oído para excitarme. Yo no sabia ni cuidarme (usar preservativo). A esa edad tendría que haber estado jugando a la pelota con mis amigos”. Así habla el adolescente que a los 14 años tuvo un hijo con su maestra particular de 23. Parece adulto. Su tono expresa melancolía y dolor por las etapas que quemó cuando conoció a esta mujer, convivió y fue padre, todo de un tirón, en el mismo año.

 

El chico al que solo identificaremos con la letra A, tiene ahora 17 años. En la charla  confiesa que siente vergüenza de salir a la calle. ¿Cómo estás?, le pregunto. “Mal”, responde. Y cuenta que no puede salir a la calle en Palmira, una localidad agrícola de 40 mil habitantes a 30 minutos en auto desde la ciudad de Mendoza, donde casi todos se conocen. “Me miran, se ríen, me hacen burlas. No quería que se conociera esta historia”, dice, molesto con la difusión de la sentencia que absolvió de abuso sexual agravado, contemplado por el artículo 120 del Código Penal, a Vanina Alexandra Vélez (26), quien fue su maestra particular en séptimo grado.

 

Para su papá, el adolescente era “un inocente, un niño de 13 años que jugaba con autitos, un pan dulce para esa mujer", cuando arrancó la relación en su casa. A mediados de 2013, su hijo había tenido una dolencia grave, un arco de fútbol cayó sobre su pie, y dejó de ir al colegio por varios meses. Decidió contratar a un maestra, una estudiante del último año de la carrear de docencia que era hija de una familia conocida. Allí aparece Vanina, 9 años mayor que A.

 

La maestra y el adolescente compartían varios días de la semana. “Pude comprobar que las relaciones sexuales ocurrían en la casa del menor y en el momento en que ella iba a ejercer como maestra del chico”, dijo el primer fiscal que investigó el caso, Martín Sacataregi, quien ordenó detener a la mujer y consideró que debía aplicarle a la imputación por abuso sexual el agravante de que ella ejercía como "tutora educativa", con una posible condena de hasta 10 años en prisión.

 

En el juicio oral, cuando intervino un fiscal de Cámara, la situación judicial de la maestra cambió. El fiscal Oscar Sívori levantó la acusación, pidió la absolución de la docente y consiguió el aval del juez Armando Martínez. Sívori argumentó que el Código Penal es claro: "Los adolescentes de entre 13 y 16 años pueden prestar consentimiento siempre y cuando no exista aprovechamiento por parte del mayor (articulo 120). Acá pudimos comprobar que había madurez sexual del adolescente".

 

Pero para el chico no fue así: “Haberla conocido me hizo perder una gran etapa de mi infancia”, dice el adolescente. Revela un dato de la relación con la maestra: "Ella me decía que siempre iba a ser mi nena, que estaríamos juntos. Fue mi primera vez con una mujer. Me volví loco, me enroscó. Fue un infierno”, describe. Y se lamenta: “Con 14 años me obligó a darle el apellido a la bebé”.

 

El adolescente duda de la paternidad de ese bebé que casi no conoce, porque dejó de verla a los pocos días que la pequeña fue dada de alta de neonatología, debido a que nació prematura y estuvo tres meses en incubadora. Ahora la nena tiene 3 años. “No se me parece, es rubia de ojos claros, y yo soy morocho”, comenta.

 

Cuando recibió el alta su hija ya estaba separada de la maestra. Ella volvió a la casa de sus padres y a los meses, formó una nueva pareja. El episodio que separó al adolescente de su hija fue, según cuentan, muy violento: “Siempre le llevaba la leche y los pañales a la casa de la madre y, un día que llegué tarde con la leche, ella (la maestra) y la madre (su ex suegra), empezaron a pegarme con la cadena del perro, me insultaban y me decían que no servía como padre", recordó. Esa noche, cuando regresó todo ensangrentado y con golpes a su casa, su padre decidió que había llegado la hora de denunciar a la maestra.

 

El padre insistió: "Nunca consentimos la relación. Fue el temor de perder a nuestro hijo y que amenazaba con irse, si no le permitíamos que siguiera con esa mujer”. Destaca que cuando le pegaron en la casa de ella, “fuimos a denunciarlo a Minoridad, nos dijeron que nos alejáramos y nunca más volvió a ver a la bebé". El padre, que tuvo que dejar de trabajar y cobra una pensión por invalidez, afirma: "La Justicia ha dicho que con 13 años mi hijo ya era maduro sexualmente. ¿Le parece? Y dice también que no fue engañado, que la maestra no se aprovechó. Pero yo le digo que sí, que mi hijo era un niño y que hasta ese momento no había tenido novia". Y se suma a la críticas, que se escuchan off the record en los tribunales mendocinos sobre este caso: "Si hubiera sido al revés (un profesor con su alumna) el adulto estaría preso".

 

El adolescente ha vuelto a terminar sus estudios primarios, en una escuela nocturna. Por las mañana, acompaña a su mamá a vender café a la puerta de un hospital. Quiere rehacer su vida y poder ingresar a la carrera militar. Antes espera conocer los resultados de las pruebas genéticas: “Si soy el padre de esa nena, voy a darle todo el cariño que se merece. Pero si no, a ella (la maestra) le voy a hacer pagar todo el daño que me hizo. Me arruinó la vida”.